Pintura

JOAQUIN SOROLLA Toda la luz del Mediterráneo hecha óleo

(actualisé le )

Es algo mágico. Basta con que uno se siente frente a un cuadro de Sorolla para que, automáticamente, se teletransporte a la costa mediterránea. Allí donde el azul y el blanco se funden en una luminosidad casi cegadora. Y es que si alguien ha sabido plasmar toda la belleza de la tierra, del mar y de las gentes de Valencia ése es Sorolla. El es a la pintura lo que Vicente Blasco Ibáñez a la literatura. Y es que ambos retrataron mejor que nadie aquel principio del siglo XX en la costa de Levante

GEMA G. MARCOS

Nació el 26 de febrero de 1863 en Valencia. Joaquín y su hermana, Concha, tuvieron una infancia muy complicada. En 1965, su madre falleció, víctima de una epidemia de cólera que asoló la capital levantina. Su padre no pudo soportar el dolor de la pérdida de su esposa y murió poco después, dejando dos huérfanos.

Entonces, se hizo cargo de ellos su tía Isabel que, por cierto, no tenía hijos. El caso es que Joaquín fue creciendo y, cuando sólo tenía 11 años, ya dejaba a todo el mundo alucinado con su talento. Es más, el director del colegio en el que estudiaba recomendó a sus tíos que le apuntaran a una academia de pintura inmediatamente.

Dicho y hecho. Sorolla empezó a ir a clases nocturnas con el escultor Cayetano Capuz y el pintor José Estruch. Hasta sus maestros se quedaron boquiabiertos ante su talento. A los 14 años, Joaquín daba muestras de las características que le iban a hacer triunfar como pintor: ya plasmaba como nadie la luminosidad de los cielos mediterráneos, el azul del mar y la vida de los pescadores.

Su carrera fue meteórica.

Antes de cumplir 20 años, había hecho varias exposiciones y le llovían los encargos. Incluso un famoso fotógrafo de la época, Antonio García, le contrató como iluminador de sus fotografías. En poco tiempo, Sorolla se convirtió en un pintor de reconocido prestigio internacional y expuso sus trabajos por todo el mundo.

Su vida dio un giro inesperado en 1920 cuando sufrió un ataque de hemiplejía mientras pintaba un retrato de la esposa de Pérez de Ayala. Tres años después, el 10 de agosto de 1923, el artista valenciano falleció en su casa de Cercedilla (Madrid).

Su obra

Un valenciano que quiso atrapar el sol con su pincel

Fue su obsesión desde que era un niño de colegio: recoger la luminosidad del cielo de su tierra y trasladarlo al lienzo. Y lo hizo como nadie. Por eso, Joaquín Sorolla está considerado como el maestro más destacado del llamado Luminismo, que es la versión que hicieron del Impresionismo varios pintores valencianos de finales del siglo XIX y principios del XX.

Sin embargo, curiosamente, tuvo su primer gran éxito -una medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1884- con un cuadro sobre la Guerra de Indepencia española contra los franceses: El 2 de mayo. En aquella época, también realizó trabajos de tema religioso.

Pero vayamos al grano, a los óleos en los que retrató sus tres obsesiones: el mar, la luz y las gentes de Valencia. Y es que en su obra, que es un fiel reflejo de las circunstancias históricas y las contradicciones del fin de centuria que le tocó vivir, nunca se pierde de vista la calidez y los colores del Mediterráneo. Niños en la playa, Paseo a orillas del mar, Niñas en la playa y Pescadoras Valencianas son algunos de los cuadros en los que puede observarse con más claridad la pasión que Sorolla sentía por su tierra.

Su época

POLITICA. España está patas arriba. En 1868, la Revolución de septiembre derriba la monarquía de Isabel II, que huye a Francia. El general Prim propone a Amadeo de Saboya como su sucesor. Sin embargo, en 1873, el nuevo monarca abdica dejando el trono español vacío otra vez. Entonces, los republicanos enarbolan su bandera hasta que Martínez Campos les corta las alas al proclamar a Alfonso XII. Tras su muerte en 1885, comienza la regencia de María Cristina.

CULTURA. En 1876, Francisco Giner de los Ríos funda la Institución Libre de Enseñanza, que pretende renovar la vida intelectual española. Diez años después, en 1884, Leopoldo Alas Clarín escribe La Regenta, obra que le lanza a la fama. Otro gran autor de la época, Benito Pérez Galdos, presenta en sociedad unos de sus grandes libros: Fortunata y Jacinta. Fuera de nuestras fronteras, en Rusia, Dostoievski publica Los hermanos Karamazov.

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