Una civilización que escondió sus secretos en la selva

AMAYA LARRAÑETA

Un viaje a la Centroamérica actual permite adivinar la grandeza y lo enigmático de una de las civilizaciones precolombinas más fascinantes, la maya. La población indígena de las tierras bajas de México, Guatemala, Belice, Honduras y El Salvador conserva los rasgos y el aura misteriosa de sus antepasados. Permanece también la arquitectura que les convirtiera, un milenio antes de Cristo, en fundadores de grandes ciudades.

Todavía hay muchos misterios por resolver y en ello se afanan cientos de arqueólogos y antropólogos gracias a que se subsanó el limitado interés sobre el pasado indígena que demostraron los frailes y militares coloniales. Colonización que, para más datos, acabó con la evolución de una de las culturas más fascinantes de la américa precolombina.
La civilización se convirtió en leyenda desde que se descubrieran, escondidas en la maleza de la selva las impresionantes ruinas de sus ciudades.

Las investigaciones de los exploradores han sacado a la luz teorías sobre la subsistencia, la arquitectura, el arte y la religión maya. Se sabe, a ciencia cierta, que ocuparon unos 324.000 kilómetros cuadrados. Los primeros asentamientos pudieron producirse alrededor del año 30.000 a.C. aunque su auge quede concentrado entre el 2.000 a.C y el 1.500 d.C.

Parte de la arquitectura monumental, que aún existe, data del 300 a.C. Los estudiosos han concluido que la organización de sus asentamientos estaba basada en dos clases: la elite y los plebeyos. La reconstrucción de las tumbas ha sido emblemática en este aspecto. En el centro del asentamiento, ya sea en Tikal (Guatemala), Copán (Honduras) o Chichén-Itzá (México) se hallan los edificios públicos alrededor de una plaza. La distancia de las viviendas del centro era proporcional al status social.

Eran asentamientos autosuficientes, en ocasiones dependientes de otros poblados, con una economía básicamente agrícola (milpas). Sus viviendas no cambiaron demasiado y se construían con los materiales que aportaba el medio ambiente. Conforme se asentaban, creaban lugares para actividades comunes relacionadas con lo divino y lo humano.

Los mayas no conocían la rueda pero fueron capaces de predecir eclipses y desarrollar la única escritura de la américa prehispánica. Su ideología, su religión, buscaba formas de relacionar la colectividad con el cosmos sagrado. Los sacerdotes ejercían de científicos. No pedían favores a los dioses sino que interpretaban el orden de las cosas.

ESCULTURA
El arte maya narraba hechos históricos de antepasados
Las esculturas que se conservan del arte maya han sido claves para poder descifrar el modo de vida de esta sociedad. Los expertos reconocen dos grandes regiones artísticas. En la central, el relieve es la forma de expresión predominante y narran acciones históricas de personajes destacados. En el norte, la creación se manifiesta por medio del relieve arquitectónico y en él abundan vibrantes formas geométricas.
Los altares y las estelas son fundamentales en los edificios mayas. Los primeros son monumentos de aspecto zoomorfo dedicados a las deidades del inframundo, mientras las estelas son imágenes conmemorativas de carácter histórico o mitológico.Sus objetos más abundantes son la representación de los mitos primordiales, aquéllos que versan sobre el ciclo vital del hombre y la naturaleza.
A finales de su historia, las esculturas plasmaban posturas animadas de la cotidianeidad, como un mandatario entregando el poder al hombre joven, su sucesor. Su canon de belleza era especial: ojos rasgados, pómulos salientes y voluminosas narices.

ACTUALIDAD MAYA

Guatemala es un ejemplo de la continuidad de los ritos y de las numerosas etnias mayas. Cada grupo mantiene unas costumbres y un idioma propio ininteligible para el resto, ya sean Tzutuhiles, Quichés o Cakchiqueles. Su libro sagrado es el Popol Vuh. Guatemala vivió una cruenta guerra civil durante tres décadas, en la que el ejército asesinó a más de 100.000 indígenas, 50.000 desaparecieron y muchos más tuvieron que exiliarse, aunque ahora empiezan a regresar. Un acuerdo entre el Gobierno y las organizaciones indigenistas reconoce el derecho de cada etnia a que los niños sean educados en su propia lengua, pero es un derecho que no se practica, todos lo hacen en español. De esta forma un día pueden dejar de pasar, de padres a hijos, los secretos de su raza y del tiempo, del viento o la montaña.

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