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El fin de la pandemia y el fin de la democracia David Engels
(actualisé le )
Aunque muchos no quieran admitirlo todavía, la crisis del Covid ha terminado. En toda Europa, las medidas más diversas, en vigor desde hace dos años, se están reduciendo gradualmente o aboliendo por completo, de modo que muchos países han vuelto a una situación completamente normal, como Gran Bretaña o Dinamarca. Solo en España, Francia, Alemania y Austria las máscaras aún no se han caído, pero es probablemente solo cuestión de tiempo antes de que las regulaciones totalmente surrealistas se eliminen gradualmente y por fin se establezca cierta normalidad. E incluso si la amenaza de que es necesario prepararse para nuevas mutaciones mortales esperadas para el próximo otoño e invierno todavía puede legitimar las medidas actuales durante algún tiempo, a largo plazo, Francia y Alemania no podrán defenderse contra la presión cada vez mayor desde dentro, ni contra la comparación con el mundo exterior. Lo que estamos presenciando actualmente es, por lo tanto, solo una última ráfaga de unos pocos políticos, periodistas y expertos que quieren salvar su cara a costa de toda la sociedad, disfrutar durante algún tiempo más de sus usurpadores poderes especiales y devolver algunos últimos favores a los diversos ‘lobbies’ a los que se han unido, todo ello antes de que la fuente de dinero tan lucrativa del Covid deje de manar.
Por lo tanto, ya es hora de aprender las primeras lecciones que pueden extraerse de lo sucedido a lo largo de estos dos últimos años.
La primera lección tiene que ver con la ciencia. Pocas veces los llamados "expertos" han hecho tanto el ridículo como a lo largo de estos dos últimos años, cuando ejércitos enteros de "virólogos" e investigadores de salud pública, reales o transformados en tales por los medios de comunicación, han demostrado su manifiesta incapacidad para discutir objetivamente y sin prejuicios posiciones y tesis divergentes y, si es posible, para refutarlas, en lugar de simplemente desacreditarlas con argumentos siempre políticos. La peligrosa proximidad entre los “expertos” y la élite política, que ha formado un nuevo bloque de poder, también es muy preocupante, ya que, por un lado, ha sustituido la formación democrática de la opinión por un conjunto de medidas supuestamente "sin alternativa" y, por otro lado, ha abandonado la investigación sin prejuicios en favor de la aprobación a posteriori de determinadas posiciones políticas. Al final de esta crisis, podemos ver, por lo tanto, una profunda desconfianza de una parte creciente de la población hacia la famosa "ciencia", supuestamente infalible y apolítica, cuyos análisis y consejos diferían diametralmente no solo de un país a otro, sino incluso dentro del mismo instituto de investigación, al tiempo que reclamaban en todas partes una validez absoluta e inhabilitaban a todos aquellos que cuestionaban sus respectivas afirmaciones denominándoles como “covidiotas” o “negacionistas”. Las consecuencias de esta pérdida de confianza en el mundo académico, sin duda, se sentirán durante mucho tiempo, especialmente cuando llegue el momento de superar crisis que pueden ser mucho más graves que la del coronavirus.