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Contra la sociedad de la vigilancia: la concepción europea de la libertad, por Guillaume Travers
La imposición del pasaporte sanitario lo demuestra: la posibilidad de una vida social normal está cada vez más condicionada a la conformidad con una norma abstracta, más o menos arbitraria, de naturaleza jurídica o moral. El autor realiza un alegato por la vuelta a lo político.
La introducción del pasaporte sanitario suscita en muchas personas el sentimiento de una profunda ruptura en materia de libertades públicas. Esta tiene dos aspectos: primero, un cierre del espacio público, del que algunos estarán excluidos por razón de un criterio médico. Después, una privatización del control, puesto que todo el mundo controlará a todo el mundo: la empresa a sus empleados; el restaurante a sus clientes; una pareja que se case a sus invitados.
Una vez superada la estupefacción, es fácil ver que esta sociedad de la vigilancia no es tan nueva. Ya se viene incubando y progresando desde hace años. La vigilancia acentuada de la expresión en las redes sociales, de la que es una muestra la supresión de cuentas y de mensajes publicados, obedece a la misma lógica: cierre del espacio público, ya que es la supresión pura y simple de los medios de expresión a los que molestan; privatización de los controles, delegados en plataformas digitales y a los especialistas en “señalamientos” de todo tipo. El mismo mecanismo se ve también en el movimiento indigenista, en el de los “sleeping giants” o en la ideología “woke”. En cada uno de ellos, la forma de actuar se basa en la acción privada de militantes que hacen desaparecer del espacio público a cualquier persona que no les convenga.