La ley de hierro de la oligarquía

Dalmacio Negro “La ley de hierro de la oligarquía”. Ediciones Encuentro, Madrid, 2015. 96 pp. 10€.

En este breve ensayo Dalmacio Negro expone con claridad una de las leyes condicionantes de lo político: la ley de hierro de la oligarquía. Según esta ley toda forma de gobierno, ya sea democrática, aristocrática o monárquica, tiende a estar dominada por un pequeño grupo. Es ley de la política y ley del comportamiento humano, y reconocerlo un humilde ejercicio de realismo político.

La verdad de la política es la libertad colectiva y la cuestión capital es quién la posee. Lo más probable es que la posean solo unos pocos protegidos legalmente por el sistema político, pero también es cierto que el gobierno se asienta sobre la opinión, y esta, eso sí, depende de la mayoría. Por lo tanto, el juego político siempre ha consistido en un equilibrio entre el gobierno y la opinión, y la actitud política más saludable es la crítica racional.

Reducir la cuestión política a sistemas racionalistas por los cuales todos gobiernan el todo es una falta de realismo que lleva a la negación de lo político y al fortalecimiento de las oligarquías. Por un lado se neutraliza la crítica y, por otro, se blindan las élites.

La ley de hierro, asegura Dalmacio Negro, tiene la ventaja de que “desenmascara los mitologemas mediante la desilusión y descalifica o ridiculiza las pretensiones del pensamiento político y de la política que no se atienen a lo concreto y agible en el momento presente, a la realidad histórica”. En efecto, en política es bueno lo que es posible, y lo imposible, indefectiblemente, lleva al peor de los desastres. El siglo XX ya ha visto demasiados sueños de la razón puestos en práctica, y muchos líderes llenos de grandísimas ideas, pero como aseveraba Hölderlin, “el paraíso en la Tierra es el Infierno”.

La ley de hierro, empero, tiene dos inconvenientes. El primero es que imposibilita las teorías universales y fuerza a la prudencia política a adecuarse a la realidad concreta. Significa renunciar a los grandes sueños, a la claridad de los sistemas, y al optimismo ingenuo, para doblegarse ante la realidad. La realidad no es necesariamente negativa, pero tampoco es tolerante con el capricho de los sueños. El segundo inconveniente es que, si se lleva hasta sus últimas consecuencias se puede llegar a la conclusión de que el poder es malo. Esto es peligroso, y está en la base de la mayoría de los sistemas liberales que nacieron en el siglo XIX. Supone que, en definitiva, la libertad del hombre es peligrosa porque su poder es malo y porque la razón del hombre es incapaz de conocer el bien y la verdad. Pero la ley de hierro de la oligarquía no nace de una postura escéptica, sino de un desvelamiento de la realidad política tal cual es.

El ensayo, aunque recorre las ideas de los grandes pensadores de lo político, es de gran actualidad porque se detiene en el que es uno de los principales problemas de nuestro momento: los partidos como expresión de una forma particular de oligarquía. Así, para Dalmacio Negro, ”el meollo de la cuestión radica en cómo impedir o mitigar que los que mandan, no sólo los partidos (aunque sean de notables, como los liberales y conservadores del siglo XIX), se comporten oligárquicamente respecto al resto de la sociedad o sean meras correas de transmisión de los intereses, deseos, sentimientos, incluso caprichos, de las oligarquías sociales”. No se pueden eliminar las oligarquías, pero sí encontrar regímenes políticos que sean más capaces de mitigarlas y controlarlas que otros.

Las utopías, y el profesor Negro hace un recorrido interesante por las más importantes de nuestros tiempos, en cuanto que irreales, se muestran incapaces de tratar seriamente el problema y dejan, por tanto, a las oligarquías operar libremente y enquistarse en la sociedad hasta agotarla. “En conclusión, escribe el autor, el gobierno perfecto, el régimen perfecto, la Constitución perfecta, la Ciudad ideal, el fin perseguido por la religión democrática como trasunto político de la Civitas Dei agustiniana, es una utopía. Los gobiernos serán siempre oligárquicos.”

Nuestra historia y el pensamiento de nuestros compatriotas siguen causando admiración en Francia

pesar de tan endémica, como buscada, ignorancia de los españoles por los méritos propios - en historia, pensamiento, letras, ciencia, deporte…-, por no hablar del correspondiente desprecio apriorístico de buena parte de nuestras élites, ya por complejos, envidias o sectarismos ideológicos, las creaciones del espíritu español siguen causando notable interés, cuando no admiración, fuera de nuestras estrechas fronteras.

Es el caso de nuestra vecina Francia, donde la colaboración continua entre determinadas personalidades francesas y españolas viene produciendo relevantes frutos intelectuales. Así, y muy recientes, podemos destacar dos eventos muy significativos: uno y otro a cada lado de la frontera.

A pesar de los efectos de la ’Dana’ del septiembre pasado, los días 13 y 14 de septiembre se impartió un curso, en el contexto de la UIMP en su sede de Cartagena, sobre la crisis de la democracia en Occidente y el auge de los populismos. Titulado “Crisis de la democracia o agonía de Occidente”, el curso reunió a diversos intelectuales francés y españoles: Domingo González, Jerónimo Molina, Dalmacio Negro, Jorge Soley, Carlos Marín Blázquez, Alejandro Rodríguez de la Peña, Juan Bautista Fuentes, Francisco J. Contreras, Fernando Muñoz, Chantal Delsol y el hispanista Arnaud Imatz, de la Academia de la Historia y bien conocido por los lectores de La Tribuna del País Vasco por sus ensayos y entrevistas.

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Ver en línea : Seminario de Estudios Políticos