Notas sobre el comienzo de la era covidiana, por Alain de Benoist

Inédito. El Covid-19 es un virus muy contagioso, pero con una letalidad selectiva y relativamente débil (dejando aparte la comorbilidad). Para enfrentarnos a él, hemos parado el mundo y hemos arrestado a la población. Más de cuatro mil millones de bípedos en arresto domiciliario; he ahí algo que, efectivamente, nunca se había visto. Esta epidemia no hará historia por el número de fallecidos que ha provocado. Saber si todo aquello estaba justificado es otra cuestión.

Covid contra Goliath. La vuelta a las fronteras; el aplazamiento de las reformas antisociales; el abandono de los criterios de Maastricht: lo que ni los Chalecos amarillos, ni sindicatos, ni ecologistas ni insumisos habían llegado a conseguir, un minúsculo virus que no mide más de un micrón lo ha conseguido en algunas semanas. El confinamiento ha sido un drama para muchas personas, pero ha tenido también sus cosas buenas. Revalorización de los entornos rurales, parada brutal en la carrera por el crecimiento, retroceso en el transporte aéreo, fin del turismo de masas. ¡Nada de Festival de Cannes, ni Día del Orgullo Gay, ni Festival de Avignon! Ayer, era el “todos en marcha”; hoy es “quédate en casa”. Vuelta al silencio, vuelta a la calma. Liberada del dominio del Gestell, la naturaleza ha podido respirar; los animales también. Con la bajada de la contaminación, la epidemia ha salvado quizás más vidas de las que ha segado. ¡Gracias por este momento!

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