Greta Thunberg, ¿instrumento de la superclase mundial?, por Olivier Piacentini

Mientras que la cara y las palabras de Greta Thunberg dan la vuelta al mundo desde hace semanas, Olivier Piacentini ofrece sus impresiones sobre aquella que le parece ser bastante más que una simple adolescente militante.

Greta Thunberg, gran sacerdotisa de la religión ecologista

Cuanto más avanza la cuestión, más me interesa Greta. No su discurso prefabricado, que repite mecánicamente, y menos todavía su cerebro vaciado desde la cuna por sus padres, una pareja de ecolo-izquierdistas histéricos. Lo que me interesa es lo que hay detrás de ella y, sobre todo, el mensaje subliminal que nos ofrece a través de su personaje.

Greta no tiene más que dieciséis años, pero profiere sus frases a los adultos con una rabia helada y fanática. Es la gran sacerdotisa de la nueva religión ecologista, venida para castigar a los pueblos que tardan en reverenciar el tótem verde, y tardan en arrodillarse ante los nuevos tabúes. Su cuerpo adolescente, asociado a sus profecías apocalípticas y a sus dictados inquisitoriales, encarna de maravilla el mensaje transmitido desde las más altas esferas del poder: hoy en día, las reglas del nuevo mundo se imponen a todos; ha llegado el tiempo de olvidar de una vez para siempre todo lo que erais, lo que pensabais, cómo vivíais… Todas las viejas lunas y las modas pasajeras que regían vuestras existencias ya no tienen cabida.

Greta ya no va a la escuela: tiene otras cosas que hacer que ir a escuchar a unos “viejos” repetir las lecciones del pasado, que no tienen ningún valor en el presente en el que el mundo corre hacia su ruina. Los adultos no tienen nada que enseñarle a ella que, con dieciséis años, ya sabe lo que el futuro nos depara: transmisión, aprendizaje, conocer y saber hacer, obediencia y respeto a los antiguos son engañiflas. El nuevo mundo debe imponerse sobre las ruinas del antiguo. Hagamos tabla rasa del pasado.

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