Gabriel García Márquez. El cumpleaños del patriarca de las letras mágicas

MARTA CABALLERO

A la generación de vuestros padres, el realismo mágico les tocó muy de cerca. Cuando España empezaba a abrirse a las lecturas que habían estado prohibidas, una quinta de jóvenes se daba a una forma de literatura que reconciliaba a los castellano parlantes con su lengua. Con García Márquez como patriarca de esta corriente, el público pasó Cien años de soledad con Macondo y los Buendía, paseó las calles de París con Oliveira y La Maga, de la Rayuela de Cortázar, y se adentró en extrañas Ficciones con Borges.

En estas novelas la principal novedad era la aparición de elementos fantásticos percibidos por los personajes como parte de la normalidad, una presencia de lo sensorial como parte de la percepción de la realidad, y un tiempo percibido a través de tradiciones lejanas de la racionalidad moderna. Asimismo, novelas como las que frunció García Márquez entonces (El coronel no tiene quién le escriba, Relato de un náufrago, El otoño del patriarca, Crónica de una muerte anunciada), acusan una profunda preocupación estilística partícipe de una visión estética de la vida que no excluye la experiencia de lo real. Siendo fiel a las características del movimiento, puede admitirse que García Márquez es quien mejor lo ha representado a lo largo de toda su producción.
El colombiano nació en Aracataca en 1928. Hijo de un radiotelegrafista, fue entregado de pequeño al cuidado de sus abuelos maternos y de sus tías. Cursó estudios secundarios en San José y finalizó su Bachillerato en el Colegio Liceo de Zipaquirá. Se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Cartagena el 25 de febrero de 1947, aunque sin mostrar excesivo interés. Su amistad con el médico y escritor Manuel Zapata Olivella le permitió acceder como colaborador al periódico El Universal. En 1955 publicó en El Espectador, de Bogotá, Relato de un náufrago, con el que se dio a conocer en el mundo de las letras. La hojarasca, publicada en el mismo año, fue su primera novela. En 1967 vio la luz Cien años de soledad, su obra emblemática.

En octubre de 1979 comunicó su intención de abandonar el trabajo creativo y dedicarse al periodismo, mientras, según sus palabras, “Augusto Pinochet ocupe el sillón de Allende”. Este silencio voluntario, en el que continuó escribiendo sin publicar, lo abandonó en 1981 ante la petición de la oposición chilena. En 1982 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura.

80 años de vida, 40 de la obra grande, 25 del Nobel. ¿Soledad?

Las cifras son 80, 40 y 25. No es un número de teléfono ni una tira del bingo. Son los años que hace desde que un bebé llamado Gabriel vio la luz en Colombia; los años que han pasado desde la publicación de una de las mayores obras de la literatura en castellano, Cien años de soledad; y el cuarto de siglo desde que su autor recibió el Premio Nobel de Literatura. García Márquez celebra su año con lucidez e ironía, contando a todos que está cansado de “ser simpático”.

Todavía en activo (en 2004 publicó Memoria de mis putas tristes), su vida ha estado marcada por el compromiso con Latinoamérica y con la izquierda (prueba de ello es su amistad con Fidel Castro) y las condecoraciones internacionales. Pese a todo, el autor se define como “un ser solitario y triste. Contra lo que pueda parecer, eso es muy del Caribe”.

A cuento de

LA REEDICIÓN. Cien años de soledad cumple años y las Academias de la Lengua han preparado una edición popular de la obra, revisada por el autor y con estudios de Carlos Fuentes, Vargas Llosa, Álvaro Mutis y Claudio Guillén. Se presentará en el IV Congreso Internacional de la Lengua Española, que se celebra este mes en Colombia.

LEER. Si bien con otros escritores os hemos sugerido que os toméis unos años más para leerlos, en García Márquez encontraréis novelas amenas y a la vez comprensibles para gente de vuestra edad. Os recomendamos Relato de un náufrago y Cien años de soledad.

Homenaje

En su 80 cumpleaños, la prensa ha llevado al escritor que nació del periodismo a muchas portadas. Muchos piensan que su amor por la profesión se debe a la nostalgia de sus años de formación en los medios. Sin embargo, su amigo Jaime Abello Banfi sostiene que “nunca ha salido de esa etapa: siente, absorbe y produce como reportero”. No en vano, el Nobel la definió como “el oficio más bello del mundo”.

http://aula2.el-mundo.es/aula/noticia.php/2007/03/12/aula1173464915.html