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Así conquistaron los Reyes Católicos las Islas Canarias, la antesala de la aventura en América César Cervera

Hubo un tiempo en el que las Islas Canarias, llamadas así por los romanos al hallar grandes mastines en sus tierras (algo que la arqueología no ha podido demostrar), era un lugar casi mitológico poblado por los guanches: nativos supuestamente de gran envergadura, cabellos rubios, ojos claros (similares a las tribus del Rif africano) y que se encontraban todavía en los inicios del Neolítico, ya que desconocían los metales y sus viviendas eran una transición entre cuevas y pequeños poblados de casas de techo de paja. No en vano, la visión grecorromana simplificaba lo que era un archipiélago poblado por muy distintas tribus, desde los guanches de Tenerife a los Canarii de Gran Canaria, y que los castellanos se vieron obligados a combatir en toda su ferocidad.

Con la apertura de las grandes rutas marítimas, aquel paraíso incierto se convirtió en objeto de deseo de españoles, italianos, franceses y portugueses. Durante casi 100 años, Castilla acometió una hercúlea campaña militar para someter a su fiera población local, que llegó a su conclusión en 1496.

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