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Francia: Pasaporte sanitario, ruptura democrática y explosión social José Francisco Rodríguez Queiruga

El comportamiento del hombre frente a la enfermedad aún no ha acabado de sorprendernos, máxime cuando este hombre detenta un poder omnímodo sobre sus conciudadanos.

La historia nos ha dejado ejemplos loables de acción política y humana contra las epidemias, como el de Aureliano, y de otros cuyo calificativo merecería un estudio a parte, como es el caso de Sánchez en España o el de Macrón en Francia.

La respuesta francesa

La larga lista de actos de gobierno contrarios al espíritu democrático, y llevados a cabo por Pedro Sánchez, exigiría un estudio profundo, legal y sociológico, para el que estas reducidas líneas resultan insuficientes. La respuesta francesa, sin embargo, por su dureza, con tintes de un pasado negro, vivido en los años 30/40 del pasado siglo, que muchos quisieran olvidar, pero que el Ejecutivo francés se esfuerza en resucitar, nos parece más apta para un sucinto análisis de prensa.

Francia, como España, es un país donde el turismo y el sector del ocio representan una parte importante del PIB, por lo que la posibilidad de que se produzca un nuevo estallido de insuficiencia sanitaria antes y durante el periodo estival, ha hecho palidecer las arcas de su Hacienda y reaccionar a su Gobierno con una ya característica capacidad de imprevisión, que es lo que menos se parece al tan admirado espíritu cartesiano del pueblo Galo.

Así, el 21 de julio fue presentado el proyecto de Ley de Medidas Urgentes contra el Covid basadas en la instauración de un Certificado o Pasaporte Sanitario "Made In France" cuyo objetivo no declarado es convertirse en precursor de la obligación, para todos los franceses, de dejarse inocular, bajo la apelación de vacuna, un tratamiento experimental basado en una nueva tecnología llamada de "ARN mensajero", tratamiento que en el marco de la experimentación científico-legal, como han reconocido sus fabricantes, aún no ha superado la fase de análisis clínico, sin la cual, dicha terapia no podría ser aplicada o ensayada en ningún ser humano sin su consentimiento.

La urgencia sanitaria y el corte de libertades. Estigmatización de una parte de la población francesa.

Sin embargo, la más alta autoridad del Estado francés, sin concertación previa y echando abajo todas las enmiendas presentadas por la oposición, decidió -bajo el principio de urgencia sanitaria - saltarse todos los principios legales y morales de prudencia pues si, como el propio gobierno reconoce, la inoculación del ARN mensajero no es obligatoria, las contingencias provocadas por el Certificado Sanitario son de tal envergadura que imposibilitan la vida social y laboral, exigiendo a los profesionales de la restauración que ejerzan de controladores jurados del porte del Certificado Sanitario por cada uno de sus clientes, bajo amenaza de importantes multas o incluso de suspensión de empleo y sueldo a los trabajadores de ciertos sectores si rechazan la exigencia de inocularse la terapia experimental que llaman vacuna y basada en el ARN mensajero, estigmatizando de esta manera a una parte de la población y convirtiéndola en paria.

Esta forma de operar va contra la moral, polariza la sociedad, convirtiendo en parias, como en su época fueron los agotes, a todos aquellos que por preservar su integridad física y moral, rechacen el imperativo legal de inocularse un agente patógeno cuyos beneficios están lejos de ser demostrados.

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