El final de una lengua

Muere la última hablante del idioma indio eyak

MARK ABLEY/THE GUARDIAN

AP

Marie Smith Jones era la última hablante en el planeta de la lengua eyak; cuando murió, el pasado 21 de enero, sólo podía utilizar su lengua materna en sueños. Su desaparición es una tragedia personal y una catástrofe desde el punto de vista cultural.

Entre sus vecinos de Anchorange, en Alaska, la anciana, de 89 años, apenas era conocida. Logró preservar su intimidad incluso después de intervenir ante los participantes en un congreso de la ONU sobre derechos de los indígenas. No obstante, entre los defensores de las lenguas de las minorías sí se había hecho famosa. Unos pocos la conocían por otro nombre, el suyo en lengua eyak, ’Udach’Kuqax’a’a’ch’’, que significa «el sonido que llama a otros desde muy lejos».

Jones era el último miembro de pura sangre de los eyak, un pueblo afincado en la costa del sur de Alaska, y era la única persona que quedaba en el mundo que hablaba eyak con fluidez. Cargaba con esta triste singularidad desde la muerte de su última hermana a principios de los años 90. Nacida en 1918 en Cordova (Alaska), se había casado con un hombre de raza blanca y no transmitió su lengua a ninguno de sus nueve hijos. De niña le habían enseñado a considerar el bilingüismo como un defecto y a sentirse avergonzada por usar su lengua. De hecho, los idiomas indígenas fueron prohibidos por el Gobierno de EEUU durante la colonización del territorio.

Su fallecimiento implica que ya no queda nadie en el mundo capaz de distinguir sin esfuerzo entre lo que es un ’demex’ch’ (una mancha poco marcada en el hielo) y un ’demex’ch’lda’w’ (un agujero grande y traicionero en el hielo). ¿Tienen alguna importancia estas cuestiones tan abstrusas? Jones pensaba que sí. Cuando le preguntaron qué sentía al saber que su lengua iba a morir con ella, la anciana respondió: «¿Cómo se sentiría usted si muriera un hijo suyo?».

Decía que no le gustaban los periodistas. Hija de un pescador, que había trabajado en una fábrica de conservas de pescado desde los 12 años, no se habría podido imaginar la cantidad de periodistas que iban a entrevistarla en su ancianidad.

El eyak no tiene dialectos derivados de ella ni lenguas hermanas directas de ningún tipo. Las pruebas lingüísticas apuntan que los eyak constituyeron como pueblo una rama separada hasta llegar a conformar una cultura propia hace unos 3.000 años. En términos lingüísticos, entre los sobrinos y sobrinas del eyak, por así decirlo, estarían los apaches del sudoeste árido de EEUU.

Posiblemente los eyak no hayan formado nunca una población muy numerosa y, en siglos recientes, habían sufrido los estragos de las enfermedades occidentales y la colonización. Un grupo indio más numeroso, los ’tlingit’ empezó hace mucho tiempo a invadir su territorio. Ya en 1900 se creía que sólo quedaban 38 eyak capaces de hablar su propia lengua. Hoy no queda ninguno que la hable y, el resto, sin recursos y divididos, sobreviven a duras penas como tal pueblo.

Pero pese a la muerte de Jones la lengua va a disfrutar de una segunda vida en el mundo académico. A diferencia de centenares de lenguas tribales de todo el mundo que se sumieron en el silencio antes de que llegaran los lingüistas, la lengua eyak está bien documentada. Hay grabaciones de imagen y sonido, transcripciones de historias antiguas, un diccionario de 3.000 páginas... Los futuros estudiosos que quieran investigar la gramática del eyak o su relación exacta con otras lenguas tendrán a su disposición material abundante con el que trabajar.

El hombre que compiló el diccionario, Michael Krauss, es asimismo quien fundó en 1972 el Alaska Native Languages Center para grabar, conservar y, en caso de que fuera posible, consolidar las 20 lenguas indígenas del estado. Sin embargo, a pesar de su trabajo, la mayoría de las lenguas habladas en Alaska pasan por un momento de salud muy delicada.

Los idiomas minoritarios sufrieron un gran daño por culpa de las epidemias terroríficas sufridas por las poblaciones a finales del siglo XIX y principios del XX, por la destrucción económica y social de sus grupos sociales y por un sistema educativo que promovía el silenciamiento de todas las lenguas indígenas.

Lo mismo que ocurre en Alaska sucede en la mayor parte del mundo. Las estadísticas dicen que en este siglo desaparecerán las tres cuartas partes de las lenguas que habla hoy la humanidad. Al final de su vida, Marie Smith Jones sólo pudo hablar su lengua materna en sueños o cuando la visitaba algún lingüista. Cargó con una trágica responsabilidad y lo hizo con gran dignidad, elegancia y presencia de ánimo. Digámosle gracias en señal de homenaje, porque ya no hay nadie que pueda decirle ’awa’ahdah’.

DÍA INTERNACIONAL

En 2001, la Unesco lanzó un plan para proteger las lenguas en peligro, como parte del Patrimonio Cultural de la Humanidad

Desde el año 2000, la Unesco declaró el 21 de febrero el Día Internacional de la Lengua Materna, para velar por la diversidad cultural

CIFRAS PARA LA CRISIS

Los resultados. Un 96% de las 6.000 lenguas que hay en el mundo son habladas por el 4% de la población mundial, según los datos de la ONU.

La difusión. El 90% de las lenguas no están representadas en las páginas de internet y el 80% de las lenguas africanas no tienen transcripción.

Desaparición. Cada dos semanas desaparece por término medio una lengua. La globalización es uno de los principales motivos de la erosión cultural.

IDIOMAS EN PELIGRO

En extinción. Según la Unesco, el 50% de las 6.000 lenguas del mundo pueden desaparecer. El organismo de las Naciones Unidas considera que la desaparición de cualquier lengua «representa una pérdida irremediable al patrimonio vivo de la humanidad porque no sólo son instrumentos de comunicación, sino que también reflejan una determinada percepción del mundo». Cada día, según la Unesco, mueren 3.000 hablantes de esas lenguas amenazadas.

http://www.elmundo.es/suplementos/natura/2008/23/1204930808.html