Narguilé, la otra forma de fumar que crece en Europa

Los salones neoorientales se organizan en Francia para luchar contra los preceptos de la próxima ley antitabaco

ANDRÉS PÉREZ - LYON - 30/11/2007

Rue de Marseille, en la ciudad de Lyon. El barrio universitario de la orilla este del Ródano acoge también en sus callejuelas un auténtico y pequeño El Cairo, con una decena de salones de Narguilé, los también llamados Shisha bar. En el siglo XX, esos locales estarían exclusivamente repletos de trabajadores inmigrantes procedentes del Magreb.
Pero estamos en el XXI. Los jóvenes universitarios de todos los orígenes son legión dándole a la pipa de agua e, incluso, es fácil cruzarse con estudiantes de secundaria que, en lugar de fumarse el primer pitillo de su vida, se estrenan en eso del fumar echándose una shisha entre amigos.

Francia ha descubierto estos días alucinada que alberga nada menos que unos 800 shisha bar, del tipo tradicional o del neooriental. La cifra va creciendo y el sector económico del tabaco mezclado a aromas de fruta, esencias y melazas ya da trabajo a 5.000 personas. Lejos de ser un reducto comunitario, todas las estadísticas señalan que el narguilé es la forma de fumar que más crece en Europa. La proporción de adultos franceses que han fumado o fuman la shisha es inferior al 4%, pero entre los estudiantes universitarios más del 8% reconocen que le dan al narguilé.

Un paseo por el barrio universitario de Lyon, pero también el Barrio Latino de París o la zona de copas parisina de Oberkampf-Jean Pierre Timbaud dan una idea de la amplitud del fenómeno neooriental. En los barrios del extrarradio franceses, los salones tradicionales son una realidad desde hace dos décadas. El auge de la shisha afecta también, según la Organización Mundial de la Salud, a Estados Unidos y Brasil.
Quien dice fumar, dice problema de salud pública y, cada vez más a menudo, dice ley de prohibición, cosa que va a ocurrir en Francia dentro de un mes. La prohibición de fumar en todos los lugares de convivencia entrará en vigor el 1 de enero. Cafés, restaurantes, casinos, clubs, salas de concierto y discotecas tendrán que colgar el célebre letrero con el cigarrillo tachado. Hasta los bares-estanco, muy frecuentes en Francia, tendrán prohibido ser un lugar de fumadores.

Contra la ley

La oposición a la entrada en vigor de esa ley es importante. Y el pasado 21 de noviembre los ‘fumadores y amigos de los fumadores’ celebraron una manifestación nacional en París rodeados por cientos de ediles locales e incluso algún diputado y senador dio una calada. Entre los manifestantes, un grupo nuevo, los afiliados a la Unión Profesional del Narguilé, para quienes paralizar la ley es un asunto de vida o muerte.
Hasta 2005, nadie había metido demasiado sus narices en los asuntos de la pipa de agua, ese artefacto hermoso y misterioso que habría servido ya para fumar en el Viejo Mundo mucho antes de que el tabaco nos llegara desde el Nuevo. Aunque hay querella entre los antropólogos que estudian el asunto, lo cierto es que se han hallado artefactos que parecen pipas de agua anteriores a la llegada del tabaco americano, datadas hacia 1.300.

La generalización del narguilé, también llamado gheilam, chilam y hukah, llegó a Oriente Medio y Cercano a partir del siglo XVI y a Europa, en el siglo XX. La única mención escrita aceptada afirma que un cacharro así fue diseñado por un científico que, en 1.605, quería que el emperador Akbar pudiera seguir dándole al vicio, pero con menos riesgos.
Mucho ha llovido desde entonces. En 2005, la Organización Mundial de la Salud (OMS) terció en el tema y calificó a la pipa de agua de “epidemia” con un estudio que pone los pelos de punta en los tranquilos y amables salones de té shisha. Según los trabajos de un comité de alerta presentados en Río de Janeiro en 2005, “una sesión fumadora clásica de una hora de pipa de agua acarrea la inhalación de un volumen de humo que representa entre 100 y 200 cigarrillos”.

Como además la mezcla de tabaco, en el narguilé es calentado mediante trozos de carbón incandescente, otro humo viene a sumarse al del tabaco en los salones. Por ello, los expertos dirigidos por Thomas Eissenberg y Alan Shihadeh concluyen con alertas alarmistas sobre los niveles de monóxido a los que se exponen empleados y fumadores de los salones.

Un profesor universitario francés, Kamal T Chaouachi, antropólogo y experto en tabacología de la Universidad de París XI, asume desde hace dos años la tarea de contrarrestar los estudios más negativos sobre la shisha. Pese a lo que el califica de “censura en las revistas médicas”, varios de sus artículos han pasado el control científico de publicación, especialmente uno sobre “las consecuencias médicas del uso del narguilé en el mundo”, examinado y aceptado en junio pasado por la Revue d’Epidemiologie et de Santé Publique, órgano del principal instituto médico francés, el Inserm.

En ese artículo, Chaouachi pone en evidencia algunos errores del informe de la OMS, destacando con fuerza que muy pocos estudios serios se han efectuado para comprender, por ejemplo, la adicción al narguilé, que presenta síntomas radicalmente opuestos a la adicción al cigarrillo.

Chaouachi pone en duda la seriedad de los autores de la OMS. Afirma que “confundieron y asimilaron las tasas de hemoglobina oxicarbonada; es decir, el monóxido de carbono en la sangre, de los trabajadores del narguilé con los proporcionados por un estudio que en realidad se centraba en los empleados que asan la carne del kebab-shish”. Lo cual le permite bromear: “¿Para cuándo un estudio con los preparadores de sushi?”.

Chaouachi destaca que no existen estudios epidemiológicos sobre la manera en que los agentes cancerígenos actúan al pasar por el narguilé, donde el tabaco no es quemado, sino calentado, y donde el humo pasa por el agua, donde se enfría y se filtra.

En un bar de la lyonesa rue de Marseille, cinco chavales en plena edad del pavo comparten una shisha. Uno de ellos es de origen tunecino e invita a sus amigos franceses a pasar las próximas vacaciones en casa de sus abuelos. “Lo bueno de la shisha es la convivencia y, además, que así no bebemos alcohol”, explica uno de ellos.

http://www.publico.es/ciencias/023110/narguile/tabaco/fumar/tabaquismo