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¿Sigue existiendo en Francia el derecho a ejercer el espíritu crítico? Traducción: Esther Herrera

En este manifiesto publicado en exclusiva en España por La Tribuna del País Vasco, más de 400 investigadores, académicos, abogados, artistas y profesores universitarios franceses denuncian la censura sin precedentes que se ejerce actualmente tanto desde la mayor parte de los medios de comunicación como desde las grandes empresas tecnológicas sobre todo lo que contradice el discurso oficial sobre el Covid. Caza de brujas, ajustes de cuentas, amenazas, insultos y ataques personales… todo sirve para acabar profesional y socialmente con quienes critican el actual pase sanitario galo, piden más transparencia en los procesos de vacunación o, simplemente, demandan un debate nacional sobre la estrategia de salud.

¿Sigue existiendo en Francia el derecho a ejercer el espíritu crítico?

Quién se imaginaba que pudiera suceder lo que venimos presenciando desde hace año y medio. No tanto el hecho de que una nueva epidemia viniera a poner a prueba nuestros sistemas inmunitarios individuales y nuestras estructuras sanitarias colectivas. Esto era previsible. Pero que la gestión de esta epidemia viniera a poner en peligro los valores democráticos, las libertades y los derechos humanos conseguidos a pulso desde la Revolución francesa, era impensable. Y sin embargo…

Libertad de movimiento, libertad de expresión, libertad de comercio, libertad sindical, derecho a trabajar, igualdad de derechos entre todos los ciudadanos, no discriminación en el acceso a los bienes, lugares y servicios de la sociedad (entre los cuales, el acceso a la sanidad y la educación), protección de datos sanitarios… La lista es larga, muy larga.

Los estados de alarma van sucediéndose. El Parlamento es considerado como una simple cámara de registro. El presidente de la República gestiona la situación acompañado tan solo de un “consejo de defensa sanitaria” sin que se pueda consultar ningún acta de sus reuniones. Los medios de comunicación de cualquier tendencia no dejan casi ningún espacio al debate contradictorio y reportan la comunicación gubernamental al pie de la letra. Google y Facebook no se contentan con orientar nuestros pensamientos con sus algoritmos; al igual que otras compañías como Twitter y Linkedin no dudan en censurar masivamente todo lo que va en contra del relato oficial sobre el Covid.

En este contexto, algunos se creen con derecho a todo: propinan ataques personales a mansalva, multiplican los ajustes de cuentas, cortan las cabezas que destacan. No solo se quiere desacreditar a base de conclusiones infantiles (¡conspiracionistas, cómplices de la ultraderecha!) sino también expulsar, despedir, apartar, en una palabra, hacer callar y para siempre, si es posible. Muchos de aquellos que, debido a sus empleos, forman parte de las elites se callan, temiendo ser, a su vez, marginados, lo cual empieza a parecerse a la cacería de brujas de la era McCarthy.

Mediante este texto, nosotros (profesionales y voluntarios de la investigación, salud, educación, derecho y cultura) hacemos un llamamiento a todas las mujeres y todos los hombres que siguen sintiendo un apego fuerte a la democracia para que la defiendan con todas sus fuerzas.

No es de recibo que prohíban cuestionar los orígenes del Sars-Cov-2, ni que se prohíba interpretar las estadísticas de mortalidad en otro sentido que para decir que todos corremos el riesgo de morir (discurso del miedo), ni que se prohíba decir que el rechazo a tratar precozmente a las personas contaminadas es un dogma estúpido que podría dar lugar a denuncias judiciales.

No es de recibo que prohíban decir que los confinamientos aportan más daño que bien a la sociedad; que prohíban cuestionar la influencia de las millonarias industrias farmacéuticas sobre el mundo científico y médico, los gobiernos y los organismos supranacionales (OMS, UE); que prohíban constatar que, aunque la vacunación proteja contra las formas graves del Covid, en cambio –como lo ha demostrado en todo el mundo la llamada variante Delta– no impide coger o transmitir el virus, lo cual invalida el principio mismo del “pase sanitario”.

No es de recibo que prohíban criticar que se vacune a la fuerza a niños y adolescentes para quienes la relación riesgo/beneficio es claramente desfavorable; que prohíban esperar, antes de vacunarse, tener más transparencia y datos sobre las personas con riesgos (mujeres embarazadas, por ejemplo); que prohíban manifestarse todos los sábados si consideramos intolerable que se discrimine a los ciudadanos mediante un salvoconducto sanitario.

Los principios de libertad e igualdad, así como los derechos humanos fundamentales, no se discuten, no se socavan. Son los cimientos de nuestra sociedad política y el verdadero fundamento de la cohesión social. La libertad de expresión es uno de esos fundamentos. Aquellos que tratan, de una manera u otra, de impedir su ejercicio actúan en contra de la democracia.

Los 400 primeros firmantes

Laurent Mucchielli, sociologue, directeur de recherche au CNRS...

En francés...

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