Ir a la universidad... ¿para qué? por Georges Feltin-Tracol

En la década de los 80, la cadena de televisión pública francesa batía los récords de audiencia cada domingo por la tarde con un programa en el que el presentador recibía a un artista conocido cuyas canciones eran interpretadas por jóvenes cantantes en el plató. Después, se les daban las puntuaciones, todos ganaban y se marchaban con regalos y buenos recuerdos del programa televisado.

Fueron unos visionarios. Treinta años más tarde, un sistema de notación benevolente y fantasioso se aplica en algunas universidades francesas. El 20 de mayo pasado, el Tribunal Administrativo de París rechazó la petición de trece docentes de la Universidad de La Sorbona contra la “neutralización de las notas”. No admitieron la anulación, a causa del Covid-19, de las notas inferiores a 10 sobre 20 obtenidas por los estudiantes a lo largo del segundo semestre bien confinado.

El tribunal se justificó diciendo que “solamente el 73% de los estudiantes disponen de un equipo informático personal y el 40% no se ven capaces de realizar exámenes a distancia con un tiempo reducido”. Las lecciones propuestas de forma digital y virtual no parecen ser, pues, la panacea pedagógica que se esperaba…

Los docentes, poco satisfechos con la respuesta, han acudido al Consejo de Estado. Mientras esperan la decisión, los sindicatos de extrema izquierda se han felicitado por esta decisión. Ya exigían, en el momento de las protestas contra la infame reforma de las pensiones del pasado invierno, que los profesores pusieran de oficio 10 sobre 20 a todos los estudiantes, en particular a los que preferían acudir a las manifestaciones antes que a las aulas universitarias.

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