Populistas contra populicidas | El Manifiesto Michel Onfray

Sí a Europa, pero no en su única fórmula liberal.

Disponemos ya de suficiente perspectiva para llamar a las cosas por su verdadero nombre: Maastricht es el nombre de un imperio. ¿Qué es un imperio? Littré [Lexicógrafo francés que dio su nombre a un conocido diccionario, N. d. T.] lo define así: “Se dice de un estado considerable, cualquiera que sea su forma de gobierno”. Este “estado considerable” tiene, en efecto, su bandera, pero esconde por todas partes las de las naciones que lo conforman y que, por eso, pasan a un segundo plano ; enseña claramente sus raíces cristianas con el azul virginal y las estrellas que están en la cabeza de la Virgen María; tiene su divisa en el latín eclesiástico: “In varietate concordia”, es decir, “Unida en la diversidad” ; tiene su Constitución (el Tratado de Roma) ; tiene su moneda (el euro) ; tiene su Parlamento (en Estrasburgo) ; tiene su himno (“Oda a la alegría”, de Beethoven con letra de Schiller, dos alemanes) ; tiene su fiesta nacional (el 9 de mayo, que es el aniversario de la declaración de la Constitución europea ratificada por Robert Schuman en 1950) ; tiene sus padres fundadores (Robert Schuman, pero también Jean Monnet) ; tiene sus apóstoles (Giscard, Mitterrand, Simone Veil, Jacques Delors) ; tiene también sus valedores : las figuras presidenciales desde Mitterrand (Chirac y Sarkozy, Hollande y Macron) pero también una cantidad considerable de ministros entre los que estuvo un tiempo Jean-Luc Mélenchon, y una gran cantidad de antiguos combatientes de mayo del 68, entre los cuales se cuenta el inenarrable Daniel Cohn–Bendit; y tiene también sus intelectuales orgánicos (Bernard–Henri Lévy y Luc Ferry, Alain Minc y Jacques Attali entre los más visibles). A todo ello hay que añadir la casi totalidad de la clase periodística que padecemos en los grandes medios incluyendo el servicio público, por supuesto.

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