Pierre Manent: «Hace años que hemos salido sigilosamente del régimen democrático y liberal»

El filósofo analiza la crisis inédita que vivimos y la relación que tiene con la política. En su opinión, sufrimos una vuelta de los «rasgos menos amables de nuestro Estado», especialmente con el confinamiento, medida «primitiva» y «brutal».

La crisis que vivimos deja constancia de una vuelta del Estado, tras décadas de teorización sobre su declive. Incluso el presidente Emmanuel Macron ha admitido que «debemos reconstruir nuestra soberanía nacional y europea». ¿Estamos siendo testigos de un retorno de la idea de nación?

Mientras esperamos «el día después», observamos la vuelta de los rasgos menos amables de nuestro Estado. En nombre de la emergencia sanitaria, se ha instituido un estado de excepción y, en virtud de este estado, se ha tomado la medida más primitiva y brutal: el confinamiento general bajo vigilancia policial. La rapidez, la completitud, el entusiasmo con el que el aparato represivo se ha puesto en marcha es un contraste insoportable con la lentitud, la falta de preparación y la indecisión de la política sanitaria, ya sea que se trate de mascarillas, de tests o de tratamientos potenciales. Los tropiezos más inocentes o leves son castigados con multas exorbitantes. Está prohibido salir de casa sin pasaporte, pero restablecer las fronteras nacionales se considera un pecado mortal. No creo que la crisis esté rehabilitando al Estado.

La nación, así como toda política industrial, han sido abandonadas, desacreditadas y deslegitimadas desde hace generaciones. Incluso hemos renunciado a la idea misma de independencia nacional. ¡No somos más que un nudo débil y adaptable de las competencias avanzadas en la red de comercio global! Sobre todo, ¡no debemos ralentizar nunca el flujo! ¿Que ahora descubrimos que dependemos de China para casi todo lo que necesitamos? ¡Pero hemos sido nosotros lo que nos hemos organizado para ser tan dependientes! ¡Nos lo hemos buscado! ¿Cree usted que cuando salgamos exangües de la destrucción económica causada por la crisis sanitaria habrá muchos voluntarios para invertir la ruta que hemos seguido desde hace cuarenta años?
La relación entre «el erudito y el político», base de la modernidad política, se ha alterado complemente durante esta crisis. Parece que se quiera ocultar las decisiones políticas detrás de las competencias científicas y, al mismo tiempo, cuando el político quiere actuar como tal, libremente, es criticado por la opinión pública. ¿Cómo analizar esta situación? ¿Es el triunfo del conocimiento sobre la toma de decisiones políticas, o más bien la vuelta de la política pura en un contexto de incertidumbre?

En lo que respecta a los eruditos, hay que distinguir. Hemos aprendido a conocer, a estimar y a veces a admirar a nuestros médicos, personal de enfermería e investigadores. Son el consuelo de esta primavera aciaga. Y también hemos descubierto la política de la ciencia, que no es más inocente que la otra. La competencia no inmuniza contra el deseo de poder. En cualquier caso, son los políticos los que toman las decisiones, porque tienen la responsabilidad de todo; son ellos los que deben valorar los parámetros y considerar las consecuencias de sus acciones. ¡Es la política la que es la ciencia reina!

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