Noticias de América - Guatemala o el dilema de educar a distancia con un pobre acceso a Internet en las casas Por: Diana Fuentes (Guatemala)

En Guatemala, el Ministerio de Educación cerró las escuelas el 16 de marzo y ordenó que las clases empezaran a distancia, pero muchos hogares no tienen computadora o acceso a Internet.

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La mayor parte de los países de America Latina se ven confrontados al dilema de haber cerrado las escuelas para evitar la propagación de la COVID-19 y dejado al mismo tiempo a un gran número de niños en la banquina del sistema de educación a distancia. ¿Las razones? El no acceso a internet en casa y la realidad de padres con baja educación que no pueden reemplazar al maestro. Este es el caso en Guatemala.

Las semanas pasan, las infecciones del nuevo coronavirus aumentan y el confinamiento se vuelve cada vez más complicado en Guatemala, especialmente para los niños que ven el regreso a clases aún lejano. El Ministerio de Educación cerró las escuelas el 16 de marzo (hasta el 30 de abril) y ordenó que las clases empezaran a distancia utilizando distintos medios de comunicación para realizarlas. Pero según el censo 2018, si bien el 71% de los hogares guatemaltecos cuenta con un televisor, solo el 21% tiene una computadora en casa y solo el 17% tiene acceso a Internet.

¿Cómo viven entonces los niños y sus padres la situación de estudiar en casa? Violeta Pérez, maestra jubilada y ahora también abuela, decidió darles clases a sus nietos pero asegura que "la metodología elegida es definitivamente anti pedagógica y no funciona porque no toda la gente del país tiene acceso a los medios de comunicación y redes sociales. Es una medida totalmente descabellada del Ministerio de Educación porque los padres de familia tampoco pueden apoyar a sus hijos en casa puesto que el grado de analfabetismo es enorme. Los hijos no pueden trabajar solamente con la ayuda de los padres. Necesitan un facilitador, que sería el maestro en este caso, pero se hace imposible" debido al confinamiento.

La pequeños también tienen su opinión ante el encierro y el deber recibir clases en casa. Sofía Esquivel, de 11 años, dice que "se siente un poco raro y mal por no poder salir al parque". Su primo, Adrián Hernández, de 8 años, agrega que construyeron su propia escuelita en un rincón de la casa: "Son dos mesitas, una pequeña y una grande que antes estaban llenas de palos y tierra". "Recogimos los palos y lo pusimos todo bonito para estudiar", concluye Sofía.

La psicóloga y abogada especializada en niñez Linda Rivera anticipa a RFI que "los efectos de la cuarentena y lo que las familias viven encerradas en cuatro paredes influye directa e indirectamente en los niños y adolescentes. Sobre todo en lo emocional: puede haber temor, angustia, ansiedad, incertidumbre, desesperanza y pérdida del ánimo si los menores no tienen actividades que realizar. Si la situación persiste, los casos se pueden transformar en depresión infantil".

Para evitar ese extremo, Rivera aconseja "evitar comentarios que puedan generar pánico o temor generalizado. Hay que explicarle a los niños que deben tener sentimientos de valentía, de fortaleza emocional, de superar adversidades y adaptarse a las nuevas circunstancias. Se trata de darles enfoques positivos".

Los maestros guatemaltecos consideran que la deserción escolar será masiva durante la crisis sanitaria y anticipan que una de las soluciones sería que los niños repitan el año ya que, aseguran, no hay posibilidades de que avancen en el programa sin el acompañamiento de un facilitador o docente.

UNICEF estima que en América Latina y el Caribe, unos 154 millones de niños y adolescentes -más del 95% de los matriculados en la región- se encuentran temporalmente fuera de las escuelas a raíz del cierre por la COVID-19. Y la directora de la UNESCO agregaba esta semana desde París que cerca del 47% de los niños confinados del mundo, no tienen acceso a la tecnología mínima para continuar con el ciclo lectivo a distancia.

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