Bilingue

Nuevo mapa político sudamericano Raúl Zibechi

Los resultados electorales en Venezuela y Argentina, la crisis brasileña y el desgaste de la “revolución ciudadana” ecuatoriana, forman parte de un cambio de clima político que coloca a la defensiva los procesos de transformación en curso.

En pocas semanas hemos visto cómo cuatro gobiernos progresistas de la región mostraron signos inequívocos de debilidad: Rafael Correa renunció a competir por la reelección, en un panorama económico incierto para su país; Dilma Rousseff puede enfrentar un proceso de destitución por el parlamento; Nicolás Maduro sufrió la primera derrota electoral bolivariana, que deja a su gobierno a merced del parlamento; y el candidato de Cristina Fernández fue derrotado por el derechista Mauricio Macri.

Las explicaciones que se han dado oscilan entre las consecuencias de la caída de los precios internacionales de las commodities hasta las ofensivas de las derechas y los grandes medios de comunicación, considerados como aliados a la política de los Estados Unidos. Sin duda, estos hechos son ciertos, pero no alcanzan para explicar las causas del deterioro de los gobiernos progresistas. Pocos analistas mencionan la rampante corrupción existente en Venezuela y en Brasil, y tienden a culpar de casi todo a los “enemigos” de los gobiernos.

Lo cierto es que existe una inocultable crisis económica en Argentina, Brasil y Venezuela con importante caída del PIB, aumento del desempleo y de la pobreza, que eran algunos de los mayores logros de esos gobiernos. Sin embargo, no debería generalizarse demasiado: aunque hay causas comunes, las particularidades tienen su peso. La crisis brasileña está muy ligada a la deslegitimación de la clase política, mientras en Venezuela es la crisis económica la clave de la derrota del gobierno en las parlamentarias.

“¿Cómo se llegó a semejante panorama de casi ruina?”, se pregunta el periodista Eric Nepomuceno para intentar explicar la coyuntura brasileña (La Jornada, 20 de diciembre de 2015). Su respuesta es que el “presidencialismo de coalición” es la clave, ya que impone al Ejecutivo alianzas a contrapelo de las convicciones, por puro pragmatismo. Pero los gobiernos de Maduro, Correa y Fernández con mayorías parlamentarias, atraviesan también serias dificultades.

Aunque el ejemplo no invalida el análisis del caso brasileño, impone levantar la mirada para ver los problemas en común. La caída del precio de las commodities, la persistencia de las desigualdades y la creciente distancia de sectores que antes respaldaban a los gobiernos, parecen las cuestiones principales que afectan por igual a todos los progresismos.

Fin de un ciclo inolvidable

Cuando el precio del barril de petróleo superaba los 120 dólares, y los minerales y la soja estaban por las nubes, no se pensaba en que algún día podían caer o, mejor, volver a sus precios “normales”. Fueron años de euforias y promesas que nunca salieron del papel. Hugo Chávez llegó al gobierno en 1999 con el barril a poco más de diez dólares. La subida fue constante en los años siguientes con una brusca interrupción posterior a la crisis de 2008, cuando cayó de 140 a 52 dólares para retornar a más de cien en pocos meses.

Pero el petróleo lleva más de un año cuesta abajo y nada indica que vuelva a recuperar su precio en poco tiempo. Ecuador ya exporta a 28 dólares el barril, y se estima que por debajo de 20 ya no será rentable la extracción.

El problema es que los gobiernos hicieron sus presupuestos con el crudo por encima de 100 dólares y ahora no encuentran cómo tapar el agujero. Con la soja sucede algo similar: al principio de la década de 2000 el precio oscilaba en torno a los 200 dólares la tonelada, subió hasta rebasar los 600 en 2013, para caer hasta 350 dólares en 2014. Si se repasan los precios históricos de todas las commodities, se observan comportamientos similares. Recordemos que el oro estuvo por encima de los 1.800 dólares la onza troy, para situarse estos días en torno a los 1.100 dólares.

Una mirada de largo plazo de los precios, permite comprender que se trataba de una burbuja especulativa. Aunque ahora no vuelvan a sus valores medios de las últimas décadas (entre 1970 y 2005 la media del oro era de 345 dólares), parece difícil que se repitan aquellas extraordinarias cotizaciones.

Por otro lado, la Reserva Federal comenzó a subir las tasas de interés, que estuvieron cerca de cero durante siete años, para reactivar la economía estadounidense luego de la crisis de 2008. Se prevé que las tasas subirán gradualmente a lo largo de 2016 poniendo fin a la era del dinero barato, agravando la situación de los países deudores y de las familias endeudadas.


Las matrices productivas de Brasil y Argentina se re-primarizaron. No se utilizaron los excedentes de las exportaciones para diversificar la producción sino para impulsar el consumo.


La burbuja de las commodities aumentó la dependencia del dinero fácil, como si la renta obtenida fuese una droga dura. Más del 95 por ciento de las exportaciones venezolanas son petróleo. Las matrices productivas de Brasil y Argentina se re-primarizaron. No se utilizaron los inmensos excedentes de las exportaciones para diversificar la producción sino para impulsar el consumo.

A la falta de planificación realista sobrevino la perplejidad. Debemos recordar que los argumentos para explicar la caída de los precios de los hidrocarburos fueron más ideológicos que económicos y políticos. Hubo quienes afirmaron que se trataba de una maniobra de Estados Unidos para castigar a Rusia, Irán y Venezuela, sus principales enemigos. Otros enfatizaron que Arabia Saudí estaba detrás de los bajos precios para petardear el enorme aumento de la producción estadounidense por fracking.

Lo cierto es que hoy la producción de petróleo es mayor que la demanda, entre otras cosas porque el crecimiento de China ha caído del 9-10 por ciento anual al 7 por ciento. Pero sobre todo porque está produciendo un viraje hacia un crecimiento basado en las nuevas tecnologías y menor consumo de energías no renovables, aspectos en los que China se encuentra en la vanguardia. Asia no seguirá creciendo en base a materias primas y mano de obra baratas, lo que sacude al mundo.

Desigualdad y endeudamiento

Para la región sudamericana la combinación de precios bajos de las exportaciones y aumento del precio del dinero es una bomba de tiempo. Un reciente informe de la Fundación Friedrich Ebert de Brasil, destaca que casi la mitad de los ingresos de las familias (el 46,5 por ciento) está comprometida con el pago de deudas, frente a sólo el 19,3 por ciento en 2005. “De esta forma es imposible dinamizar la economía”, asegura el economista Ladislau Dowbor.

Pero las empresas también están afectadas por las tasas abusivas que cobra la banca, que oscilan en 50 por ciento frente a sólo 2 por ciento que se cobra en Europa. Con la demanda trabada por las deudas, las industrias impedidas de expandirse por los altos costos del dinero y la imposibilidad del gobierno para invertir por la crisis fiscal que atraviesa, la situación es explosiva. Dowbor sostiene que “los recursos que deberían ser invertidos para el fomento de la economía son desviados por la especulación financiera”.

El caso de Brasil es la norma regional. Hay 900 millones de tarjetas de crédito, seis por persona y la cantidad de cuentas bancarias creció un 179 por ciento desde 1999. La llamada “inclusión financiera” benefició sobre todo a una banca cada día más concentrada. Al final del ciclo virtuoso de las commodities, las familias son más dependientes del sistema financiero ya que invirtieron buena parte de los beneficios sociales en consumo de electrodomésticos. Pero la salud y la educación no experimentaron cambios sustanciales.

Por otro lado, algunos estudios recientes desmienten los discursos progresistas sobre la caída de la desigualdad, en particular en Uruguay y Brasil. Si bien la pobreza tuvo una importante reducción respecto al pico de la crisis, la desigualdad muestra más continuidades que cambios. Los trabajos de economistas del Instituto de Economía de Uruguay y del Instituto de Investigación Económica Aplicada de Brasil sobre el 1 por ciento con mayores ingresos, llegan a conclusiones idénticas: la desigualdad se mantiene y tiende a aumentar de forma leve, antes de la crisis actual.

El panorama que surge de los estudios más recientes, es que la pobreza cayó de forma contundente en los primeros años del nuevo siglo, que coincidieron con un crecimiento económico y la aplicación de políticas sociales. Pero en la segunda mitad de la década la caída de la pobreza perdió fuerza, algo que parece razonable ya que se trataba de abordar los núcleos más duros y ya no sólo aquellos sectores empobrecidos durante la última crisis.

Pero la desigualdad casi no se movió. Más aún, en la medida que la crisis en curso se expande, buena parte de las llamadas “conquistas” están siendo erosionadas por la inflación como viene sucediendo en Argentina desde 2013. En Brasil, los índices de desempleo también están creciendo, así como en los demás países de la región, mientras los salarios tienden a estancarse.

En síntesis, se llega al final del ciclo con grandes incertidumbres y la sensación de tiempo perdido, ya que no se produjeron cambios estructurales ni se diversificó la matriz productiva.

Movimientos desconformes

Los movimientos sociales que jugaron un papel destacado en la deslegitimación del neoliberalismo en la década de 1990, se han debilitado. Una parte considerable se recostaron en las financiaciones estatales y han mellado su perfil militante. Otros se han plegado a la política electoral y no pocos han desaparecido. El movimiento piquetero argentino que estremeció al país a comienzos de la década de 2000 ya no existe, desgajado entre esos tres caminos.


Los movimientos sociales que jugaron un papel destacado en la deslegitimación del neoliberalismo en la década de 1990, se han debilitado… Pero van naciendo nuevos movimientos y otros se reactivan.


Pero van naciendo nuevos movimientos y otros se reactivan. El levantamiento indígena y obrero de agosto de este año en Ecuador, enfrentó como pocas veces al gobierno de Correa y la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), que protagonizó las mayores movilizaciones en años contra el autoritarismo gubernamental. En Brasil nació una nueva camada de movimientos al calor de las Jornadas de Junio de 2013, con cientos de pequeños grupos en los barrios de clase media y en las favelas, destacando la reciente oleada de ocupaciones estudiantiles de más de 200 colegios secundarios de Sao Paulo.

En casi todos los países se registra un nuevo activismo, bien diferente del que se fraguó en los años 90 y se referenció en los foros sociales a partir de 2000. El de ahora es menos ideologizado y más concreto en sus demandas, pero no menos contundente como lo mostraron los estudiantes paulistas que forzaron al gobierno a archivar la reestructuración educativa que pretendía cerrar 90 centros periferia y concentrar a los jóvenes en grandes colegios superpoblados.

Al parecer, está naciendo una nueva conciencia que en gran medida es producto de las políticas sociales de los gobiernos progresistas. En las favelas cariocas, por ejemplo, abundan los estudiantes universitarios que veinte años atrás se contaban con los dedos. Con ellos se han multiplicado las acciones vinculadas a ONGs, pero también surgen grupos de base de teatro, de cultura negra, de mujeres y micro emprendimientos económicos. Aparecen nuevos saberes organizativos, herederos de las luchas de 2013 que se plasman en las ocupaciones junto a un sentido de dignidad que en el futuro dará que hablar.

En toda la región se habla más y más claro. Las páginas de Aporrea, que siempre cerraban filas en torno al chavismo, muestran en los últimos meses un panorama bien distinto: se menta abiertamente la corrupción, la ineficiencia y las pésimas gestiones gubernamentales. El escritor Luis Brito García, siempre fiel al proceso bolivariano, acaba de publicar un artículo polémico en el que concluye: “Revolución sin ideología es piñata, donde todos se arrodillan hasta que se acaban los caramelos” (Aporrea, 20 de diciembre de 2015).

Si es cierto que se están acabando los caramelos, el tiempo de las vacas flacas puede alentar deserciones o reflexiones que vayan más allá de la palmadita en la espalda. Porque los números cantan: el chavismo perdió dos millones de votos mientras la oposición apenas ganó 400 mil. Un voto castigo tan duro como necesario.

Amérique du Sud: nouvelle carte politique

Amérique Latine: fin de cycle? Ces derniers mois, les gouvernements de gauche sud-américains ont subi plusieurs défaites, avec notamment la victoire de Mauricio Macri, au second tour des élections présidentielles argentines et la première défaite en 17 ans de la gauche bolivarienne vénézuélienne lors des élections parlementaires du 6 décembre 2015. Les résultats électoraux au Venezuela et en Argentine, la crise brésilienne et l’essoufflement de la « révolution citoyenne » en Équateur sont révélateurs d’un changement de climat politique qui freine les processus de transformation en cours.

Raul Zibechi, sociologue uruguayen, propose une analyse des évolutions en cours dans la région.

Les résultats électoraux au Venezuela et en Argentine, la crise brésilienne et l’essoufflement de la « révolution citoyenne » en Équateur sont révélateurs d’un changement de climat politique qui freine les processus de transformation en cours.

En quelques semaines nous avons vu comment quatre gouvernements progressistes de la région ont montré des signes clairs de faiblesse. Rafael Correa a renoncé à se présenter pour une réélection, dans un contexte économique incertain pour son pays ; Dilma Roussef risque d’affronter une procédure de destitution par le parlement ; Nicolas Maduro a connu la première défaite électorale bolivarienne qui laisse son gouvernement à la merci du parlement ; le candidat de Cristina Fernández a été battu par le candidat de droite Mauricio Macri.

Les explications qui ont été données vont des conséquences de la chute des prix internationaux des matières premières aux offensives des droites et des grands moyens de communication, considérés comme les alliés de la politique des États-Unis. Ces faits sont avérés, sans nul doute, mais ne suffisent pas à expliquer les raisons de la détérioration des gouvernements progressistes. Peu d’analystes mentionnent la corruption rampante qui existe au Venezuela et au Brésil et ont tendance à accuser de presque tous les maux « les ennemis » des gouvernements.

Certes, la crise économique est indéniable en Argentine, au Brésil, au Venezuela, avec une chute importante du PIB [1], une augmentation du chômage et de la pauvreté alors que leur réduction était l’une des réussites des gouvernements de ces pays. Il ne faudrait cependant pas trop généraliser : bien qu’existent des causes similaires, les spécificités ont leur importance. La crise brésilienne est très liée à la perte de légitimité de la classe politique, tandis qu’au Venezuela la crise économique est la clé de la défaite du gouvernement aux élections parlementaires.

« Comment en est-on arrivé à ce panorama de quasi-ruine ? », se demande le journaliste Eric Nepomuceno avant de tenter d’expliquer la conjoncture brésilienne (La Jornada, 20 décembre 2015). Sa réponse est que « le présidentialisme de coalition » en est la raison majeure car il impose à l’exécutif des alliances à contre-courant des convictions, par pur pragmatisme. Mais les gouvernements de Maduro, Correa et Fernández, qui disposaient de majorités parlementaires, affrontent également de sérieuses difficultés.

Bien que l’exemple n’invalide pas l’analyse du cas brésilien, il exige de prendre de la hauteur pour voir les problèmes qui sont communs. La chute du prix des matières premières, la persistance des inégalités et la distance croissante de secteurs qui, précédemment, appuyaient les gouvernements, semblent être les principaux problèmes qui affectent de même tous les gouvernements progressistes.
Fin d’un cycle inoubliable

Quand le prix du baril de pétrole dépassait les 120 dollars, et que les prix des minerais et du soja atteignaient des sommets, on ne pensait pas qu’un jour ils pouvaient chuter ou au mieux revenir à leurs prix « normaux ». Ce furent des années d’euphorie et de promesses qui restèrent souvent lettre morte. Hugo Chávez est arrivé au gouvernement en 1999 avec un prix du baril légèrement supérieur à dix dollars. La hausse a été constante les années suivantes, avec une interruption brutale, postérieure à la crise de 2008, quand il est tombé de 140 à 52 dollars pour remonter à un peu plus de 100 en quelques mois.

Mais le prix du pétrole chute depuis plus d’un an et rien n’indique qu’il remontera à brève échéance. L’Équateur exporte déjà le baril à 28 dollars et on estime qu’en dessous de 20 dollars l’extraction ne sera plus rentable.

Le problème est que les gouvernements ont établi leurs budgets en comptant sur un prix du brut à 100 dollars et qu’ils ne savent pas maintenant comment combler le déficit. Pour le soja le scénario est à peu près le même : au début des années 2000 le prix avoisinait les 200 dollars la tonne, il a grimpé jusqu’à dépasser les 600 dollars en 2013, pour retomber à 350 dollars en 2014. Si l’on observe les prix historiques de toutes les matières premières, on observe des fluctuations similaires. Rappelons que l’or est monté jusqu’à plus de 1 800 dollars l’once, pour se situer actuellement aux alentours de 1 100 dollars.

Une perspective à long terme sur les prix permet de comprendre qu’il s’agissait d’une bulle spéculative. Même s’ils ne reviennent pas à leur valeur moyenne des dernières décennies (entre 1970 et 2005 le prix moyen de l’or était de 345 dollars), il semble difficile qu’ils retrouvent ces valeurs extraordinaires.

Par ailleurs, la Réserve fédérale états-unienne a commencé à relever les taux d’intérêt, qui ont stagné autour de zéro durant sept ans, pour réactiver l’économie nationale après la crise de 2008. On prévoit que les taux vont monter graduellement au cours de l’année 2016, mettant ainsi fin à l’ère de l’argent bon marché et aggravant de ce fait la situation des pays débiteurs et des familles endettées.

La bulle des matières premières a accru la dépendance à l’argent facile, comme si la rente obtenue avait été une drogue dure. Le pétrole représente plus de 95% des exportations vénézuéliennes. Les matrices productives du Brésil et de l’Argentine se sont re-primarisées. Les énormes excédents des exportations n’ont pas été utilisés pour diversifier la production mais pour encourager la consommation.

Au manque de planification réaliste a succédé la perplexité. Il nous faut rappeler que les arguments pour expliquer la chute des prix des hydrocarbures ont été plus idéologiques qu’économiques et politiques. Les uns ont affirmé qu’il s’agissait d’une manœuvre des États-Unis pour punir la Russie, l’Iran et le Venezuela, leurs principaux ennemis. D’autres ont soutenu que l’Arabie Saoudite était derrière cette baisse des prix pour dynamiter l’énorme production états-unienne obtenue par fracturation hydraulique.

Il est certain qu’aujourd’hui la production de pétrole est plus importante que la demande parce que, entre autres raisons, le taux de croissance annuelle de la Chine a chuté de 9-10 % à 7 %. Mais c’est surtout parce que s’opère un virage en faveur d’une croissance basée sur les nouvelles technologies et sur une consommation moindre d’énergies non renouvelables, points sur lesquels la Chine est à l’avant-garde. L’Asie ne continuera pas à croître sur la base de matières premières à bas coût et d’une main d’œuvre bon marché, ce qui ébranle le monde.
Inégalités et endettement

Pour la région sud-américaine, la combinaison des prix bas des exportations et du coût élevé de l’argent est une bombe à retardement. Un rapport récent de la Fondation Friedrich Ebert du Brésil souligne que presque la moitié des revenus des familles (46,5%) est destinée au remboursement de dettes, contre 19,3% seulement en 2005. « De cette manière il est impossible de dynamiser l’économie » affirme l’économiste Ladislau Dowbor.

Mais les entreprises sont elles aussi affectées par les taux abusifs facturés par les banques, qui se situent autour de 50 % contre 2 % facturés par les banques européennes. Avec une demande entravée par les dettes, les industries empêchées de croître par le coût élevé de l’argent et l’impossibilité du gouvernement d’investir, en raison de la crise fiscale qu’il traverse, la situation est explosive. Dowbor affirme que « les ressources qui devraient être investies dans la relance de l’économie sont détournées par la spéculation financière ».

Le cas du Brésil est la norme dans la région. Il y a 900 millions de cartes de crédit, six par personnes, et le nombre de comptes bancaires a augmenté de 179 % depuis 1999. Ce qu’on appelle « l’inclusion financière » a bénéficié surtout à un système bancaire de plus en plus concentré. À la fin du cycle vertueux des matières premières, les familles sont plus dépendantes du système financier car elles ont investi une bonne partie des bénéfices de la politique sociale dans l’achat d’électroménagers. Mais les secteurs de la santé et de l’éducation, eux, n’ont pas bénéficié de changements substantiels.

Par ailleurs, quelques études récentes démentent les discours progressistes sur le recul des inégalités, en particulier en Uruguay et au Brésil. Si, effectivement, la pauvreté a diminué de façon importante par rapport au moment du pic de la crise, les inégalités se caractérisent plus par les continuités que par les changements. Les travaux d’économistes de l’Institut de l’économie de l’Uruguay et de l’Institut de recherche économique appliquée du Brésil, sur le 1 % des plus hauts revenus parviennent à des conclusions identiques : les inégalités se maintiennent et tendent à augmenter légèrement, avant la crise actuelle.

Le panorama qui ressort des études les plus récentes est que la pauvreté a diminué de façon considérable au cours des premières années du nouveau siècle, qui ont coïncidé avec une croissance économique et la mise en œuvre de politiques sociales. Mais, dans la deuxième moitié de la décennie, le recul de la pauvreté s’est ralenti, ce qui est explicable car il s’agissait alors de s’attaquer aux noyaux les plus durs et plus uniquement aux secteurs appauvris lors de la dernière crise.

Les inégalités, en revanche, n’ont presque pas varié. En outre, dans la mesure où la crise en cours s’étend, une grande part des dénommées « conquêtes » est progressivement rognée par l’inflation, comme cela se produit en Argentine depuis 2013. Au Brésil les chiffres du chômage sont aussi en hausse, comme dans les autres pays de la région, tandis que les salaires tendent à stagner.

En résumé, ce cycle s’achève sur de grandes incertitudes et une impression de temps perdu car les changements structuraux n’ont pas eu lieu et la matrice productive ne s’est pas diversifiée.
Mouvements contestataires

Les mouvements sociaux, qui ont joué un rôle important dans la perte de légitimité du néolibéralisme dans les années 1990 se sont affaiblis. Très nombreux sont ceux qui se sont reposés sur les financements de l’État et ont failli à leur vocation militante. D’autres se sont pliés à la politique électorale et bon nombre d’entre eux ont disparu. Le mouvement argentin des piqueteros, qui a secoué le pays au début des années 2000, n’existe plus, divisé entre ces trois options.

Néanmoins, de nouveaux mouvements émergent et d’autres se réactivent. Le soulèvement des Indiens et des ouvriers, au mois d’août 2015, en Équateur, s’est opposé, comme rarement auparavant, au gouvernement de Correa et la Confédération des nationalités indiennes de l’Équateur (CONAIE) a pris la tête de mobilisations, les plus importantes depuis des années, contre l’autoritarisme gouvernemental. Au Brésil, une nouvelle génération de mouvements est née lors des mobilisations des Journées de juin 2013, avec des centaines de petits groupes dans les quartiers de classes moyennes et les favelas et, récemment, une vague d’occupations par les élèves de plus de 200 collèges de São Paulo.

Dans presque tous les pays, on constate l’émergence d’un nouvel activisme, très différent de celui qui s’est forgé dans les années 90 et s’est illustré dans les forums sociaux, à partir de l’année 2000. Celui d’aujourd’hui est moins idéologique et plus concret dans ses revendications, mais tout aussi décidé, comme l’ont prouvé les élèves de São Paulo qui ont obligé le gouvernement à abandonner son projet de restructuration éducative qui prétendait fermer 90 centres de la périphérie et concentrer les jeunes dans de grands collèges surpeuplés.

Il semble qu’une nouvelle conscience soit en train de naître qui, dans une grande mesure, est le produit des politiques sociales des gouvernements progressistes. Dans les favelas cariocas [2], par exemple, les étudiants sont nombreux alors qu’ils se comptaient sur les doigts de la main il y a vingt ans. Grâce à eux, se sont multipliées les actions liées à des ONG mais surgissent aussi des groupes de théâtre populaire, de culture noire, de femmes et divers micro-projets économiques. De nouveaux savoirs organisationnels, héritiers des luttes de 2013, sont apparus, qui prennent forme dans des occupations collectives associées à l’affirmation de la dignité – on en entendra sûrement à nouveau parler.

Dans toute la région la parole se libère. Les pages du site Aporrea, dont la ligne éditoriale était caractériséee par un soutien inconditionnel au chavisme, donnent à voir, ces derniers mois, un panorama bien différent : on y mentionne ouvertement la corruption, l’inefficacité et les déficiences de la gestion gouvernementale. L’écrivain Luis Brito García, toujours fidèle au processus bolivarien, vient de publier un article polémique dans lequel il conclue « Une révolution sans idéologie n’est qu’une piñata où tout le monde se baisse pour ramasser les caramels jusqu’à ce qu’il n’y en ait plus » (Aporrea, 20 décembre 2015) [3].

S’il est vrai qu’il ne reste plus beaucoup de caramels, le temps des vaches maigres peut encourager les désertions ou les réflexions qui iraient au-delà de la tape amicale sur l’épaule. Car les chiffres parlent : le chavisme a perdu deux millions de voix tandis que l’opposition en a gagné à peine 400 000. Un vote sanction aussi sévère que nécessaire.

Raúl Zibechi

Source (espagnol) : Programma de las Americas, 22 décembre 2015.

Traduction de Françoise Couëdel pour Dial. Alterinfos

Dial – Diffusion de l’information sur l’Amérique latine – D 3353.

[1] Produit intérieur brut – note DIAL.

[2] de Rio de Janeiro – note DIAL.

[3] « La piñata est un récipient qui peut prendre la forme d’une figurine ou de tout autre objet et que l’on remplit de sucreries et de jouets. Une succession d’enfants, les yeux bandés, armés d’un bâton essayent de casser la piñata afin de récupérer les sucreries cachées à l’intérieur » (notice Wikipédia) – note DIAL.
La source originale de cet article est Programma de las Americas
Copyright © Raúl Zibechi, Programa de las Américas, 2016

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