La leyenda de Cantuña Quito Sábado 24/09/2011

(actualisé le ) por Bernard Boriello

Al abrir la página 13 del conocido libro escolar ‘Terruño’, se ven la imagen de la iglesia de San Francisco, un diablo y un indígena de mediana estatura que viste un desgastado poncho y en la mano sostiene un sombrero. La imagen hace referencia a la leyenda de Cantuña, una de las más conocidas entre los quiteños. Se dice que en tiempos de la Colonia, un indio llamado Cantuña se comprometió a construir el atrio de la iglesia de San Francisco. Una noche, antes del plazo estipulado, Cantuña desesperado pactó con el diablo para que culminase la obra antes del amanecer. Como pago le daría su alma. Miles de diablillos trabajaron sin descanso, pero no alcanzaron a colocar la última piedra. Así se salvó el alma de Cantuña. En el extremo sur de la iglesia de San Francisco está la capilla de Cantuña. Durante el siglo XVIII fue conocida como capilla de la Vera Cruz. Únicamente los indígenas asistían a la misa allí. Pablo Boada, director de investigaciones de la Fundación Quito Eterno y encargado de personificar a Francisco Cantuña, un herrero que vivió en ese siglo, comentó que en tiempos coloniales se requería tener propiedades y dinero para poder ser enterrado en una capilla y tener un retablo. Francisco Cantuña mandó a restaurar la deteriorada capilla de la Vera Cruz en 1766 y compró a los franciscanos entierro en ese lugar. “A partir de esta situación se puede haber construido la leyenda”, dice Boada. Cantuña también hacía trabajos de cerrajería, que en ese tiempo eran muy bien pagados, según los historiadores. En la última exposición de documentos que realizó el Archivo Nacional de Historia, en el Centro Cultural Metropolitano, se exhibió el testamento de Francisco Cantuña. Ahí estaban detallados los múltiples bienes que poseía. Pero el relato de Cantuña no queda ahí. El padre jesuita Juan de Velasco, en su libro ‘La Historia del Reino de Quito’, se refiere a Cantuña como el hijo de Hualca, un general de Rumiñahui que conocía el paradero del tesoro de Atahualpa. Durante el incendio de la ciudad, Cantuña perdió a su padre y fue acogido por el español Hernán Juárez. A diario realizaba enormes contribuciones a los franciscanos para la construcción de su convento e iglesia. Cuando los curas franciscanos preguntaron el origen de las ofrendas, Cantuña confesó que había hecho un pacto con el demonio y que este, a cambio de su alma, le proporcionaba todo el oro que le pidiese. A las 10:00 del pasado lunes, Abigaíl Hermosa caminaba junto a su hijo Carlos Guillén por la plaza de San Francisco, una gigantografía similar a la arquitectura de la iglesia cubría la fachada, Hermosa se detuvo a observar la edificación. Sostuvo a su hijo en brazos, le contó la leyenda de Cantuña y le pidió que le ayudara a buscar la piedra que falta en la construcción, según la leyenda. Patricio Bonilla, sacerdote franciscano, comentó que la capilla de Cantuña es una de las más visitadas por los quiteños y los turistas. “A muchos les llama la atención la leyenda y quieren conocerla”. Muchas veces, los sacerdotes celebramos la misa principal en esa capilla. Dentro de la capilla no solo hay retablos de santos, como el de San Antonio, también hay un retablo que lleva el nombre de Cantuña. Bonilla dijo que la intención de la iglesia es convivir con las leyendas y tradiciones que tiene la ciudad franciscana. La puerta del convento de San Francisco es de hierro. Según contó Boada, fue construida por el mismo Cantuña. Antes de iniciar un recorrido por la tradicional plaza, Boada explicó la leyenda a los visitantes, en su mayoría niños. Muchos ya la conocían, otros se admiraban al escucharla. La primera interrogante es ¿Cuál es la piedra que falta? Esa es una pregunta que no tiene una respuesta, dijo Boada. Después de su visita, Hermosa y su hijo llegaron a la conclusión de que falta una piedra en la escalinata del lado sur del atrio. En San Francisco Está ubicada en el costado sur de la iglesia de San Francisco. Sobre las calles Cuenca y Benalcázar, en el Centro Histórico. Hasta 1766 fue conocida como capilla de la Vera Cruz. En ese año, Francisco Cantuña mandó a restaurarla y tomó su nombre. Dentro de la capilla hay un retablo con el nombre Cantuña. Actualmente es restaurada.

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