Los Sigchos: Malqui - Machay bastión Inca y última morada de Atahualpa Por: Manuel Montúfar Flores

Chaupi Punchapi
Tutayaca...!

Se escuchó murmurar entre las mujeres indígenas la máxima oración fúnebre del Inca y del Imperio del Sol, que en español significa "anocheció a la mitad del día", minutos después de que en la plaza central de Cajamarca, el sábado 26 de julio de 1533, Atahualpa el Gran Señor del Imperio del Tahuantinsuyu fuera asesinado. Francisco Pizarro a última hora le conmutó la pena de la hoguera por la horca gracias a haberse dejado bautizar, para que su cuerpo sea conservado como era la tradición de sus antepasados; ya que momentos antes sus Amautas y Ápus le recordaron que el espíritu de un Inca no puede retornar al sol si su cuerpo ha sido consumido por las llamas del fuego terrestre.

Muerto el joven Inca Atahualpa a la mitad de su trayectoria vital, al día siguiente, sus restos mortales fueron trasladados a la iglesia del pueblo que tenían los cristianos, en donde le cantaron los oficios de difuntos al cuerpo inerte del Capac; a cuyo sepulcro irrumpieron muchas indias pidiendo las matasen allí mismo para seguir a servirlo en la otra vida a su gran señor, con expresiones de profundo dolor, desesperación e impotencia, como relatan los cronistas, suicidándose algunas de ellas, ya que los incas creían en la vida después de la muerte.
Días después Cuxi Yupanque, primo hermano y cuñado de Atahualpa, al mando de un ejército de 2000 incas quiteños recuperó el cuerpo de su monarca y se lo llevó hacia un lugar desconocido para momificarlo como era la tradición. El cronista Juan de Botanzos relata que Cuxi Yupanque "sacó el cuerpo de Atahualpa de la sepultura donde estaba y púsole en unas andas en las cuales le llevó de allí a Quito", encontrándose a medio camino con Rumiñahui en la antigua capital de los indios Puruhaes "Liribamba", a quien le entregó el cuerpo momificado de Atahualpa.

Realizadas las exequias ceremoniales conforme a su rango correspondiente a un Capac, Cuxi Yupanque ordena a Rumiñahui que entregue a los hijos de Atahualpa que permanecieron bajo su custodia desde la captura del monarca en 1533; obteniendo en respuesta un desacato y por consiguiente su muerte, en señal de que había acabado con el enemigo. La tesis de que asesinó a toda la descendencia de Atahualpa es desmentida por la historiadora contemporánea Tamara Estupiñán al aseverar que "nunca pudo haber matado a sus hijos, sino al contrario, Rumiñahui se hizo cargo de ellos", ya que su misión fue fundar la nueva Dinastía o Panaca del Emperador, protegiendo los "tesoros" que precisamente fueron los hijos de Atahualpa.

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