Entrevista con Laurent Obertone, autor de ‘Francia Naranja Mecánica’:

“Los países heterogéneos son más violentos que los países homogéneos”

BD.- “Francia Naranja Mecánica”, la obra de Laurent Obertone, está siendo objeto de debate y polémica estos días en Francia. Marine Le Pen ha recomendado su lectura en algún acto oficial de su partido.

En “Francia Naranja Mecánica”, Laurtent Obertone describe el “asalvajamiento de una nación” y muestra “una Francia donde la ultra violencia progresa sin encontrar más oposición que una cultura de la disculpa y la justificación institucionalizada. Esta es una entrevista con un periodista sin pelos en la lengua.

Pregunta- Su ensayo reposa sobre cifras diferentes de las del Ministerio del Interior. ¿En qué son más fiables que las estadísticas oficiales?

Respuesta- En Francia, cada 24 horas se cometen 13.000 robos, 2.000 agresiones y 200 violaciones. Estas cifras son las de la Oficina Nacional de la Delincuencia y de las Respuestas Penales (ONDRP), instituto público que realiza desde hace algunos años encuestas a 17.000 personas. Estas encuestas, que son juzgadas fiables por los criminólogos, hablan de 12 millones de crímenes y delitos al año, o sea tres veces más que lo que reconoce el ministro del Interior, Manuel Valls, que sólo cuenta las denuncias, que son objeto muchas veces de manipulaciones estadísticas y políticas. El estudio de la ONDPR se sitúa fuera del terreno de las indecentes pequeñas querellas de la politiquería alrededor de oscilaciones ínfimas de una tasa de criminalidad que se ha disparado desde los años 60, y que ninguna política ha sabido o podido contener.

P- Parece que tiene usted una muy mala opinión de los medios de comunicación franceses. ¿Estos son realmente ciegos y angélicos frente a la inseguridad?

R- La inmensa mayoría de los periodistas (el 94% según una encuesta de Marianne, un periódico digital con reputación de independiente) y de los estudiantes de periodismo (hasta el 100% en algunas facultades) se definen a si mismos como de izquierda y extrema izquierda. Tienen un chip ideológico en la cabeza, lo que no es compatible con el deber de informar. Por reflejo, niegan la realidad, la edulcoran, la minimizan, y hasta la desprecian, culpabilizando e insultando a aquellos que se atreven a señalarla con el dedo. Entre los grandes medios, es una competición consistente en a ver quien va más lejos en la disculpa y la comprensión del criminal. Las personas lo saben, y por eso ya no leen más esta prensa, que es mantenida en vida únicamente por subvenciones más o menos disfrazadas para dar la ilusión que una información independiente todavía existe y que nuestra democracia goza de buena salud. Todo eso es un teatro, e incluso, lamentablemente, una tragedia.

P- Sin embargo, la prensa habla de su libro…

R- Una cierta prensa nada más. La mayoría de los grandes medios callan, y a veces reconocen, como La Croix (diario católico), Le Parisien (popular tirando a populachero), que lo hacen por razones ideológicas. Pero las miles de víctimas son la prueba que la inseguridad no es una ideología.

P- Al señalar el multiculturalismo como fuente de criminalidad, no teme radicalizar a ciertas personas, sea hacia la extrema derecha o bien hacia el salafismo?

R- La heterogeneidad de una nación no sólo es un factor de criminalidad, si no también un factor de incivismo, de precariedad, de derrumbe del “capital social”, como lo ha demostrado el célebre sociólogo de izquierda Robert Putnam, del cual hablo en repetidas ocasiones en “La Francia Naranja Mecánica”. Es un hecho: los países heterogéneos son más violentos que los países homogéneos. No se puede esconder esta realidad bajo el pretexto que llevaría a las personas a radicalizarse. Hoy en Francia, miles de criminales radicales agreden, violan y asesinan a personas decentes sin que ello parezca interesar a nadie. Los que huyen de esta realidad agitando el fantasma de la extrema derecha se convierten en cómplices de esos criminales. Pero es que ya no tienen opción: su ideología se tambalea, y ese fantasma de la extrema derecha es su única muleta.

P- ¿Qué ocurre con la deriva islamista?

R- Constato que esta radicalización es consustancial a las poblaciones musulmanas instaladas en Europa. Es un acelerador identitario de la tribalización de algunas comunidades.

P- Según usted, algunos delincuentes son de absoluta buena fe cuando piensan que no transgreden ninguna prohibición cuando cometen delitos o violaciones

R- En efecto. Su moral es la de su grupo, jerarquizado según unas reglas que no son las nuestras. Es una ley antropológica: matar un miembro de su grupo está prohibido, pero matar un extraño es permitido, a vece incluso fomentado. Prueba de ello es el apoyo irrestricto de los miembros de esas comunidades cuando unos “jóvenes” (eufemismo por negros y moros delincuentes) son detenidos por la Policía, sea cual sea la gravedad de sus crímenes.

P- En su libro, usted explica que, contrariamente a una idea muy extendida, la delincuencia y la criminalidad no están relacionadas con factores económicos.

R- Constato que las ciudades con poblaciones homogéneas, que tienen su lote de habitantes pobres, son muy poco criminales. El Paris de principios del siglo XX o incluso del XIX era particularmente pobre y sobrepoblado. Sin embargo, era mucho menos violento que lo que es desde los años 60. La ciudad no hace al criminal, pero le sirve de refugio. Lo que hace al criminal es la baja adaptación cultural, la tribalización del país, el laxismo judicial, la moral de la disculpa.

P- ¿De dónde proviene esa casi impunidad que usted denuncia? ¿De la Policía o de la Justicia?

R- Entre el papeleo, la barbarie de la calle, las consignas de “no provocar”, el desprecio mediático, la cólera popular, los policías desmotivados hacen lo que pueden con valor y eficacia. En cambio, la Justicia no acompaña esta labor desde hace tiempo. Tenemos 53.000 plazas de prisión, 82.000 condenas no ejecutadas cada año, por falta de plazas. ¿Construir prisiones? “Eso cuesta caro”, nos dicen sin avergonzarse desde el sindicato de la magistratura. Ningún gobierno ha tenido el valor de poner su administración a construir cárceles. ¿Por qué? Porque construir cárceles sería reconocer la explosión de la criminalidad que padecemos. Ideológicamente, los progresistas no pueden admitir el fracaso de sus utopías. Prefieren hundirse al timón del barco. Lo que deciden no tiene nada que ver con la realidad empírica, son “adelantos morales” que nadie puede nunca volver a poner en entredicho. Es un comportamiento suicidario.

P- Más que el nivel de seguridad, ¿no es acaso nuestro umbral de tolerancia frente a la criminalidad y a la delincuencia que ha bajado en estas últimas décadas?

R- Si los medios de comunicación trataran de amplificar este fenómeno, comenzarían sin duda por no hablar de “sentimiento” o de “incivilidades”. En “Francia Naranja Mecánica” muestro que la criminalidad francesa era insignificante de los años 1830 hasta los años 1950. En todos los países de Europa, la criminalidad ha experimentado un crecimiento explosivo a partir de los años 1950, con la mundialización, la inmigración y el fin de la justicia estrictamente punitiva. No es una fatalidad: los países que han abandonado el laxismo judicial, como los EE.UU han obtenido excelente resultados en materia de lucha contra la criminalidad. Hoy, la criminalidad en los EE.UU es proporcionalmente inferior a la de Francia.

P- Su conclusión es espantosa, pero ¿qué soluciones preconiza?

R- Ninguna, ese no es mi cometido. Soy un testigo, expongo unos hechos. Constato el fracaso judicial, el fracaso del multiculturalismo, el fracaso de la moral progresista. Antes de acometer la realidad, hay de dejar de ignorarla, ese es el tema de mi libro.

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