Bolivia excluye el pasado criollo en el bicentenario de la independencia

El presidente Morales atribuye al indigenismo las primeras gestas libertadoras

MABEL AZCUI | Cochabamba 15/07/2009

Bolivia da mañana el pistoletazo de salida de las celebraciones del bicentenario de la independencia del Reino de España que recorrerán América Latina a lo largo de los próximos dos años. El festejo es para la diplomacia española una prueba crucial: es el primero de muchos actos reinvidicativos y lo es, además, en un terreno no menos que hostil a la hora de recordar a la ex potencia colonial.

El presidente Evo Morales ha preparado a la capital, La Paz, para grandes fastos. Los mandatarios del arco de la izquierda más radical de la región estarán a su lado. El venezolano Hugo Chávez, el ecuatoriano Rafael Correa, el nicaragüense Daniel Ortega y el paraguayo Fernando Lugo confirmaron su asistencia, junto al vicepresidente de Cuba, Jorge Luis Sierra Cruz. Todos ellos son miembros de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). La mayoría de los demás países envían a sus ministros de Exteriores y España estará representada por el secretario de Estado para Iberoamérica, Juan Pablo de Laiglesia. También estará el alcalde madrileño, Alberto Ruiz-Gallardón, junto a otra veintena de ediles y militares de cinco países suramericanos.

Un detalle especial del desfile de invitados es la participación de 260 jinetes que el pasado lunes iniciaron una cabalgata que concluye mañana con su entrada en la ciudad. Estarán acompañados de cientos de caminantes de las distintas comunidades indígenas, invitados especialmente para la ocasión.

De la celebración ha quedado excluida la mitad oriental de Bolivia. Las ricas provincias de Santa Cruz, Tarija, Beni o Chuquisaca, todas enfrentadas al Gobierno de Morales por mil y un motivos, y sobre todo por la reforma constitucional de corte indigenista que el Oriente boliviano, predominantemente criollo, rechaza tajantemente.

El país ya festejó dividido el pasado 25 de mayo las primeras ideas independentistas gestadas en la Universidad San Francisco Xavier en Chuquisaca. Hubo un acto en Sucre al que acudieron los gobernadores opositores a Morales y uno paralelo organizado por el Gobierno a unos pocos kilómetros de allí. El presidente acudió a El Villar, un pequeño poblado cercano a la capital, para rendir homenaje a la guerrillera Juana Azurduy (Potosí, 1870), heroína de la guerra de la independencia boliviana entre 1816 y 1825. Azurduy, la primera mujer autorizada a vestir el uniforme del Ejército argentino y que recibió el grado de teniente coronel en 1816, fue ayer ascendida a general a título póstumo por la presidenta Cristina Fernández.

La ausencia de las provincias de la oposición también se debe al revisionismo histórico en el que se ha embarcado Evo Morales. El presidente sostiene que fueron los levantamientos indígenas de 1781 los primeros gritos de libertad, y no el de los criollos de 1809 encabezados por el paceño Pedro Domingo Murillo. Hay también un sector indigenista radical que considera a Murillo un traidor porque prestó servicio en el Ejército de la corona española durante la sublevación indígena de Tupac Katari 28 años antes de la rebelión criolla. El lunes, cuatro desconocidos volaron un busto de Murillo en la localidad de Chulumani, la capital del distrito de Sud Yungas, lugar donde nació el héroe nacional en 1757. Muchos historiadores que han debatido el tema recientemente coinciden en que los alzamientos indígenas fueron "estallidos esporádicos de descontento contra las autoridades pero sin planes concretos".

El reputado historiador cruceño Alcides Pareja, en alusión a Morales, dice que "la revolución paceña del 16 de julio, que tiene una gran importancia en el proceso histórico americano, se ha convertido en un instrumento político del Movimiento Al Socialismo [el partido gobernante]. El festejo es el reflejo de lo que Morales propone para el país: una política excluyente que, negando la historia, pretende crear una gran ayllu [territorio] a partir de la cultura aymara. Busca eliminar los resquicios coloniales y, al mismo tiempo, emprende una nueva colonización a partir de la cultura aymara. Propone un nuevo Estado, que ya no es una república, sino uno plurinacional excluyente que no abarca todo el territorio y en el que se reniega de todo lo que es la historia de los últimos 500 años", añade Pareja.

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