La lengua del presidente

«¡Truenos!» La cólera de Sarkozy

POR JUAN PEDRO QUIÑONERO. PARÍS

El presidente Nicolas Sarkozy ha introducido en el arte de la comunicación y la acción política francesa un lenguaje y unas tácticas que causan estragos: giros y palabras de taberna y barriadas inmigrantes, tuteo barriobajero, confidencias «secretas» destinadas a difundir verdades atroces, confesiones personales sin precedentes, difusión interesada de intimidades utilizadas como armas asesinas.

Con la perspectiva de un largo quinquenio de ocupación permanente de la escena pública, convertida en campo de batalla sin cuartel, ya es posible fechar ese giro de la acción política en el corazón del Estado.
El 20 de junio del 2005, Nicolas Sarkozy, por entonces ministro del Interior, realizaba una visita oficial a un barrio pobre, La Courneuve, en la periferia norte de París, acompañado de una guardia pretoriana de fotógrafos y equipos de radio y televisión v, tras el homicidio de un niño de once años, víctima de balas perdidas, quizá cruzadas en el enfrentamiento entre dos bandas de maleantes. Ante las cámaras, Sarkozy, rodeado de inmigrantes pobres declaraba: «¡Yo limpiaré este barrio de gentuza, recurriendo a los medios que sea necesario». Era el comienzo de una inflamable escalada verbal.

El 26 de octubre de aquel año, cuando visitaba otro barrio pobre, en Argenteuil, el entonces ministro fue recibido a pedradas e insultos por bandas de adolescentes. Desde la ventana de un edificio de inmigrantes sin recursos, una madre rompió a gritar: «¡Sarkozy, libéranos de estas bandas de golfos y granujas!». A paso de carga verbal, ante las cámaras que filmaban, Sarkozy respondió a gritos: «¡Señora, está usted harta de estos golfos, eh… pues bien, yo me ocuparé de limpiar este barrio de gentuza!».

La palabra «racaille» (gentuza, chusma, granuja, gamberro) fue un detonante explosivo. Días más tarde, el mismo Sarkozy insistía: «Si es necesario, recurriré a las fumigadoras para limpiar esos barrios de golfos y granujas (racaille)». La Francia profunda reaccionó automáticamente en apoyo del uso público de un lenguaje «viril», «popular». Semanas más tarde estallaron las violencias más graves que ha conocido el país desde la guerra de liberación de Argelia.
Ministro del Interior, Sarkozy tardó varios semanas en cerrar la crisis. Pero no hubo muertos. Se consumaron centenares de detenciones. Y la introducción del lenguaje barriobajero en la acción política irrumpía de manera espectacular en la acción política del político.

«Cierra la bocaza»

Durante un viaje de trabajo a Alsacia, Sarkozy coincidió con otro ministro de Jacques Chirac, Azouz Bégag, ministro delegado de Integración, de origen norteafricano, que se atrevió a ironizar públicamente contra su deslenguado colega en el Gobierno. De vuelta a París, ante un grupo de periodistas, Sarkozy lo ajusticiaba con brutalidad: «Cuando yo hablo, tu cierras tu bocaza, gilipollas».
Unas semanas después, durante una visita oficial al Salón de la agricultura, un visitante se apartó aparatosamente de Sarkozy, diciéndole ante un micrófono. «No me de la mano, que me ensucia». Ante el mismo micrófono, Sarkozy respondía: «Largo de aquí, cabroncete».

Con el tiempo, los mejores analistas, psiquiatras, publicitarios y especialistas en comunicación política, interrogados por semanarios, radio y televisión intentando «comprender» el «caso Sarkozy» han llegado a la misma conclusión: Sarko comprendió hace años que había una «demanda» de «lenguaje directo» en la opinión pública. Los excesos verbales caen mal entre las elites. Pero pasan o caen más o menos bien entre otras capas sociales. Y, por su parte, Sarkozy había comenzado a utilizar los excesos verbales, en privado primero, y en público, desde poco antes de 2005, como armas arrojadizas de acción política brutal.

La primera gran confidencia destilada en varios salones con el fin de que su opinión llegase rápido al interesado para provocar una reacción data de la primera gran crisis del matrimonio de Sarkozy y Cecilia Ciganer. Se sospechaba que la depresión conyugal había comenzado con unas filtraciones del entonces ministro del Interior (Dominique de Villepin) a Cecilia, en las que le hizo llegar unas comprometedoras grabaciones por el contenido sentimental de las mismas. Sarkozy dejó decir que se dijese y que se publicara: «El día que me entere de quién intenta destruir mi matrimonio, colgaré al culpable en un garfio de carnicería».

La frase tuvo el efecto político esperado. Desde entonces, quizá desde mucho antes, Sarkozy ha utilizado y sigue utilizando los desayunos de trabajo y reuniones confidenciales para filtrar frases asesinas con el fin de hacer circular sus pensamientos íntimos, con rapidez y eficacia.
Las filtraciones de Sarkozy siempre se realizan en un lenguaje coloquial, en un tono que oscila entre la brutalidad, la taberna, las copas entre amigos y la daga o la puntilla con la que se ejecuta a un adversario. El presidente relata de este modo una manera de destruir a un rival: «Cuando quieres asesinar a un tipo, no se lo adviertes con seis meses de anticipo. Te haces su amigo, el simpático. Así, el tipo se confía. Y su carne se ablanda, a la espera de que llegue su hora».

Cuando la prensa de izquierda le reprocha su gusto por los relojes de oro, el lujo, la ostentación y las pasiones de nuevo rico, Sarkozy dejó caer durante un desayuno: «Me importa un carajo lo que diga o piense esa banda de gilipollas. Fijaros como brilla mi reloj». Cuando alguien sospechaba filtraciones indeseables en el Elíseo, dejó caer a un visitante: «Estoy rodeado de payasos. En esta casa, no tengo confianza en nadie. Son todos una banda de nulidades. Los buenos consejos me vienen de fuera».

Nadie como Sarkozy en la historia política de Francia se ha servido antes de un lenguaje tan vulgar y eficaz como instrumento de ocupación pública del terreno político. Y el jefe del Estado es muy consciente de la temible eficacia de su sabiduría en el arte del manejo de la esgrima verbal. Así, dejó caer en una comida con publicitarios amigos de su esposa, Carla Bruni: «Mirad donde queráis en la historia política internacional: nadie ha interesado tanto como yo durante tanto tiempo. Y ojo, el interés de la prensa no es gratuito ni se propone hacerme gracia. Si los periódicos se interesan por mí es porque pueden ganar dinero conmigo, vendiendo lo que yo digo».

Cuando Le Point pidió a un grupo de psiquiatras y psicólogos que diesen su opinión sobre el «caso» Sarkozy, el presidente dejó caer a la corresponsal política del semanario, en el Elíseo: «Qué decir, cuando un periódico se embarca en ese tipo de operaciones… la próxima vez reuniréis a un grupo de sexólogos, ¿no?».

Me echaréis de menos

En el estilo verbal de Sarkozy se confunden el cuerpo a cuerpo de la acción política, la esgrima de la intoxicación, el placer del ataque a paso de carga, la alquimia del envenenamiento del adversario y la maestría en el manejo de vulgarismos, coloquialismos y giros tabernarios, ocupando a todo instante la escena pública. Excelente analista de los medios de comunicación e incomunicación, Sarkozy lanza a una banda de buitres de la Prensa: «¡Cómo os lo pasáis conmigo! Cuando ya no esté aquí, os diréis, ya veréis: “¡Con él si que teníamos cosas qué contar!”»

Actor de su propia comedia dramática, Sarkozy también gusta confundir a propios y extraños sobre su futuro político, lanzando falsas confidencias: «Con esto de presidente no se gana un euro. Mirad los segundos mandatos de mis predecesores. Nada glorioso. En 2012, cuando acabe mi presidencia, tendré 57 años. No me volveré a presentar. Cuando veo los miles de millones que gana Clinton. Eso si que es vida. Yo haré de presidente cinco años. Luego me consagraré a ganar pasta, como Clinton. A 150.000 dólares la conferencia. Un dinero, oigan»...

http://www.abc.es/20080707/internacional-europa/truenos-colera-sarkozy_200807061042.html