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Mariano José de Larra, un espíritu romántico

JOSÉ MARÍA PLAZA

Tres grandes. El Romanticismo en España se desarrolló años después que en Inglaterra, Francia y Alemania, y no tuvo la fuerza ni la importancia que adquirió en estos países. De todos los nombres habría que recordar a José Zorrilla, el autor de ’Don Juan Tenorio’, que fue el poeta nacional; a Gustavo Adolfo Bécquer, que es quien mejor refleja, en sus rimas y leyendas, la esencia romántica; y a José de Espronceda, cuya vida está marcada por ostentosos gestos románticos. Pero quien, por encima de ellos, destaca como el más puro y auténtico espíritu romántico es Mariano José de Larra, un escritor discreto y un periodista excelente, que a sus 25 años era el mejor pagado de España. Tanto en su obra como en su vida se reflejará, mejor que en ninguna otra, esa contradicción –profundamente romántica– entre la realidad y el deseo.

Sentido crítico. Nacido en Madrid, en 1809, su familia emigra a Francia tras la expulsión de Napoleón y allí permanecerá hasta los 16 años. En esta etapa es cuando prende en él ese afilado sentido crítico con la realidad española, que caracterizará sus artículos, ya sean de costumbres, literarios o políticos. Cursó Medicina y Derecho, pero empezó a tener éxito muy pronto con sus primeros artículos publicados en ’El duende satírico del día’. A los 20 años se enamora de una mujer mayor, que resultará ser la amante de su padre.

Marcado por las mujeres. Larra era un hombre muy apasionado, con una gran facilidad para la idealización del amor. Se casó a los 20 años con Josefina Wetoret, un matrimonio que acabará enseguida y que le sirve de base para su artículo ’El casarse pronto y mal’; después se enamorará, sin demasiada suerte, de una cantante llamada Grissi. Finalmente, Dolores Armijo, una mujer casada y de gran belleza, le marcará para siempre, ya que cuando ella decide cortar la relación, el impulsivo Larra no puede soportar tal situación y se quitará la vida de un pistoletazo. Tenía 28 años y fue el primer suicida al que la Iglesia permitió enterrar en un cementerio religioso.

Periodista de raza. Larra escribió poesía, el drama romántico Macías y la novela ’El doncel de Don Enrique el doliente’, obras muy de su tiempo; pero donde brilla su verdadero talento es en el periodismo. Sus artículos, firmados como Fígaro, no han perdido frescura, fuerza ni actualidad. En ellos se muestra muy crítico con la realidad española, tanto política como social. Ataca la lentitud de la Administración y reconoce que la pereza es el gran mal nacional. Larra, siempre independiente y crítico, es el periodista por excelencia. Su nombre fue reivindicado por la Generación del 98, que ve en su figura un precedente de esa preocupación por España que tanto marcó a estos escritores: Unamuno, Baroja, Azorín, Ortega...

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