Sarkozy dilapida en un año la mayor parte de su capital político Los franceses descubren que su presidente ha cumplido muy poco de lo que les prometió

ANDRÉS PÉREZ - París - 22/04/2008 21:19

Cuando la temperatura sube y el enfermo va muy mal, sólo hay una alternativa: cambiar de tratamiento o romper el termómetro.

Esta segunda opción es la que han escogido los sarkozystas de choque, enfrentados estos días a un torrente de dudas a propósito del cumplimiento del primer año de presidencia de Nicolas Sarkozy. Lo que debía ser una fiesta parece un entierro, a causa de los pésimos resultados económicos de Francia y de la inmensa impopularidad del presidente.

Un excelente ejemplo de esa tentación de jugar con el termómetro económico la dio ayer en directo el líder de la mayoría parlamentaria sarkozysta, Patrick Devedjian, en conferencia ante la Asociación de la Prensa Extranjera de París, que lo había invitado para hacer un balance del primer año de Sarkozy en el poder.

Fue tan evidente que hasta una becaria que estaba al fondo de la sala se dio cuenta de su juego de manos. Al tener que responder a una pregunta de Público sobre el divorcio de la opinión con su presidente y a una posible causa -la disminución del poder adquisitivo de los franceses más modestos-, Devedjian, excelente polemista, se encaró con este corresponsal. Abroncó a la prensa en general, acusándola de "contar muchas tonterías" y aseguró que "el poder adquisitivo de los franceses ha progresado un 3,2% en 2007".

Gran error

No coló. Nada menos que todo un secretario general del partido de Gobierno confundía ante la prensa -deliberadamente o por error— "poder adquisitivo" con "renta per cápita", y eso con el doble objetivo de intentar mantener, contra viento y marea, que la economía, con Sarkozy, va bien. Su objetivo era aportar una cifra que dé la ilusión de que su líder ha cumplido, al menos, partes de su extenso universo de promesas.

El error de bulto cometido por Devedjian entre poder adquisitivo y renta per cápita ilustra el monumental problema ante el que se encuentran los hombres del presidente. Su popularidad ha caído bajo mínimos desde febrero, sorprendiendo a propios y a extraños, después de haber volado por las nubes.

Nicolás Sarkozy llegó al poder en mayo de 2007 tras haber generado un clima de euforia inédito en este país desde hace un cuarto de siglo. Lo logró prometiendo a los franceses que él era capaz de poner orden, de discernir entre "los que no se levantan temprano" y la "gente que trabaja", de hacer que progresen los ingresos de los franceses más modestos, y además relanzando la economía sin reducir servicios públicos.

Un año después, Francia registra un déficit comercial récord histórico. El déficit público ha crecido. El endeudamiento del Estado también. Los recortes de gasto público y los "regalos fiscales a los más ricos" efectuados por el Gobierno el verano pasado no han "creado el regreso de la confianza económica" y el crecimiento se ha estancado.

Obsesión por los precios

La inflación, para colmo, se come los escasos aumentos de sueldos y de jubilaciones aún posibles, y el poder adquisitivo se estanca. Se ha convertido en una auténtica obsesión del francés de a pie, a la que va a venir a sumarse, en breve, la reducción de servicios públicos de enseñanza y de sanidad, decidida por el Gobierno de la derecha desde hace tiempo, pero ahora acelerada a causa, precisamente, del crecimiento inesperado de los déficits públicos.

Más allá del fracaso económico, Sarkozy ha sido víctima de su propio estilo. La noche de su elección, no celebró los festejos en un lugar público, como lo exige la tradición, sino que se encerró en el restaurante Fouquets con algunos amigos multimillonarios. A esos mismos amigos pediría prestado poco después sus jets para irse de vacaciones, con Cecilia primero y con Carla después.

En materia de seguridad, ahí donde prometía orden los cambios brillan por su ausencia. Las barriadas populares siguen siendo víctimas tanto de la delincuencia como de los excesos de las intervenciones de la policía. El ejemplo más espectacular fue la revuelta de Villiers-le-Bel y su represión policial retransmitida por los medios de comunicación.

Queda un terreno en el que Sarkozy sí se ha salido con las suya: la inmigración. La política implacable de expulsiones -casi 25.000 en 2007- ha creado un clima de inseguridad entre los extraeuropeos, contra el que están en huelga tanto los detenidos en los centros de expulsión, como asalariados sin papeles de varias empresas francesas.
Tiempo de contraataque

Sarkozy, muy discreto tras la catástrofe de las elecciones locales de marzo, efectuará el jueves una magna intervención televisiva.¿Cómo retomar la iniciativa para probar que el hombre de la ruptura, el que iba a salvar a Francia del tan temido déclin (declive) no es ,en realidad, la personificación misma de esa decadencia?Patrick Devedjian prometió sorpresas de su líder. Difícil recuperar el toque mágico en un país ahora aquejado de un ataque de realismo agudo.
Tres asuntos que estallaron en la cara del presidente:

La vida privada

En octubre, un Sarkozy todavía pletórico tuvo que resignarse y aceptar el divorcio que le exigía su mujer, Cecilia. Sarkozy ordenó el anuncio de ese divorcio en pleno día de locos a causa de la primera jornada de huelga de ferroviarios. Fue su penúltimo intento de emplear la vida privada para congestionar la agenda pública. Luego llegó la sobreexposición de Carla Bruni. El bajón en los sondeos obligó a Sarko a cambiar de estilo. La boda de febrero fue ultradiscreta.Pudo ser el momento de esplendor mundial para Sarkozy. Pero se convirtió en el símbolo de una política exterior caótica.

Los tratos con Chad

La detención en Chad de un equipo de la ONG Arca de Zoé le obligó a un trajín constante con el dictador chadiano para obtener la liberación de sus compatriotas. Salió empequeñecido. Aún hoy queda un fleco por resolver: ¿Quien va a pagar las indemnizaciones? Fillon se niega a que sea con dinero público, pero todo indica que sí lo será.

Fillon se promociona

Después de los pésimos resultados económicos y del estallido de la imagen pública de Sarkozy en febrero, a los franceses les empieza a caer bien el gris primer ministro, François Fillon. Su insolente buena popularidad le permite subirse a las barbas de Sarko. Hace diez días, Fillon se permitió el lujo de anunciar una iniciativa internacional antipiratería. Algunos cenáculos señalan que la crisis en la pareja es profunda y podría llegar hasta la ruptura.

http://www.publico.es/073520/ano/sarko