Los pueblos de la España prerromana

CESAR PIERNAVIEJA

Hubo un tiempo en que la Península Ibérica era el fin del mundo conocido. Aunque esta situación perduró durante milenios, vamos a referirnos al periodo que va desde el año 1000 a. C. hasta la llegada de los romanos, allá por el año 218 a. C.

En este intervalo de tiempo pasaron y se asentaron numerosos pueblos. Hacia el año 500 a. C. recibimos la colonización de los fenicios y los griegos. Por ellos disponemos de las primeras noticias históricas sobre la península y sobre la existencia de un gran estado llamado Tartessos.
Fue un gran reino que se extendía desde Sierra Morena hasta Gibraltar y desde el Atlántico hasta Cartagena. Su economía se basaba en una agricultura y una ganadería considerablemente avanzadas para la época, y sabemos que explotaban los yacimientos de plata, cobre y plomo de la región.

El emplazamiento exacto de la cuidad de Tartessos es aún una incógnita. Su localización aproximada se sitúa en la desembocadura del río Guadalquivir. El auge de este estado se produjo en el siglo VI a. C., coincidiendo con el reinado de Argantonio. Posteriormente, Tartessos cayó bajo el dominio cartaginés.

Desde el siglo VIII recibimos la presencia del pueblo fenicio, afianzada en distintas colonias establecidas en la costa andaluza. Los griegos llegaron un siglo después y entablaron una estrecha relación con los tartessos. Su principal fundación fue Emporion (Ampurias), en la costa de Girona, y su mayor esplendor coincidió con la derrota que sufrieron frente a los cartagineses en la batalla de Alalia en el año 535 a. C.

La siguiente visita fue, precisamente, la de los cartagineses, que crearon en el Mediterráneo occidental un sólido sistema de posiciones estratégicas que rivalizó con el poder romano. Ambos pueblos chocaron en sus afanes imperialistas, que desencadenarían las guerras púnicas que acabaron teniendo como escenario la península en el año 218 a. C.
Los otros grandes pueblos llegados antes de los romanos, e incluso de los griegos y fenicios, fueron los iberos (procedentes de las comunidades prehistóricas y establecidos en Andalucía) y los celtas (que habían penetrado desde el centro de Europa para asentarse en la zona norte y oeste). La unión compleja de ambos grupos dio origen a los celtíberos, que son el resultado de la fusión de algunos pueblos indígenas de la Meseta con los invasores indoeuropeos. Todos estos pueblos constituyen el remoto pasado de nuestra rica Historia.

Legado

Las obras de arte como testimonio cultural

C. P.

Una de las mayores aportaciones culturales de los publos prerromanos son sus obras artísticas. En 1971 fue encontrada la que quizá sea la más famosa de todo el arte ibérico. Nos referimos a la Dama de Baza, una escultura femenina y policromada descubierta cerca de la localidad de Baza, provincia de Granada. Sin duda, las damas son los testimonios artísticos más ricos y que más nos cuentan de las costumbres de los pueblos anteriores a la llegada de los romanos. La Dama de Elche, encontrada en 1897, es un busto de mujer también policromado, de carácter funerario (tiene un orificio lateral que se cree servía para depositar las cenizas de los muertos).

La cultura de los castros

Entre la Edad de Bronce (1700 a.C.-1000 a. C.) y de la Hierro (1000 a. C.- 300 a. C.) se desarrolló la “cultura de los castros”, que recibe su nombre por el tipo de poblados fortificados en la cima de los montes. Se trata de una cultura prehistórica que floreció en la Meseta Central y en el noroeste de la península. Actualmente se conocen unos 5.000 castros sólo en Galicia. Los principales son los de Santa Tecla (La Guardia, Pontevedra) y los de Sabroso y Briteiros, cerca de Guimaraes (Portugal). Tenían fosos y terraplenes defensivos y estaban habitados por los pueblos celtíberos. La llegada de los romanos apenas afectó a sus moradores.

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